El avance de la ultraderecha que marcó las elecciones al Parlamento Europeo del pasado domingo es síntoma de la gran desilusión por el proyecto comunitario que sienten los votantes del Viejo Continente, comenta hoy Nezavisimaya Gazeta.
La lección que los contribuyentes europeos sacaron de la crisis económica y la recesión es que el despilfarro y la nefasta gestión de unos se acaba pagando entre todos en un marco común, explica Vladímir Shveitser, director del Centro para Estudios de los Partidos y la Política dependiente de la Academia de Ciencias de Rusia.
“Los europeos no quieren que esto vuelva a ocurrir. Y ahora encima tienen que apechugar con los problemas de Ucrania y las consecuencias de las sanciones contra Rusia. De ahí que los entusiastas de la integración cada vez sean menos”, indica.
Para Rusia, entre tanto, apenas tiene importancia qué fuerzas políticas controlan la Eurocámara, matiza.
“El componente partidista es mínimo en nuestras relaciones con la Unión Europea y apenas se va a notar en el futuro”, sostiene.
Otra cosa es que Rusia tendrá que tratar con el nuevo presidente de la Comisión Europea que nombrará la Eurocámara renovada.
Según Shveitser, el actual jefe del Gobierno comunitario, Jean-Claude Juncker, es un interlocutor bien conocido por Moscú y con quien la relación ha sido bastante fluida.
No obstante, advierte, el político luxemburgués podría no salir reelegido debido a una fuerte oposición por parte de París y Londres.
