Balada del cuchillo y la razia

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Obama, que no es césar visionario sino presidente electo de una república, habló ante Naciones Unidas con el pico de oro que reclamamos a tanto político deshuesado.

El comandante en jefe, a lomos de un portaviones, advirtió de que Occidente cometerá harakiri o seppuku, el acto ritual de sajarse el vientre y airear las tripas, si no combate la esquizofrenia yihadista. Los kamikazes de Alá, desautorizados por ulemas de todo el mundo, insisten en viajar en chanclas al medievo. Sus partidarios, como aquellos de Fernando VII, el Rey Felón, celebran las cadenas. Prohíben el cine, la televisión, la prensa libre, los besos, el rock y las faldas. Su plenitud se dibuja a punta de pistola. Son lobos de dios, emisarios del apocalipsis, enemigos de la Ilustración, asesinos que tocan melodías de hueso y cementerio mientras degüellan, fusilan, lapidan y esclavizan.

En Irak y Siria, guerra total, descomposición del Estado, pudridero de ciudades antiguas, sus ciudadanos amanecen con el runrún de la artillería. Hay cientos de miles los refugiados. En Mosul, 'Mepsila' de Jenofonte, cerca de la legendaria Nínive, reina el Estado Islámico de unos contrabandistas de petróleo que el lunes fusilaron a la activista de derechos humanos y abogada Samira Saleh el Naimi por denunciar sus atrocidades.

Bienvenida sea la resolución de Naciones Unidas que persigue enjaular a los combatientes extranjeros, matones reclutados en Estados Unidos y Europa que vuelan a Oriente Medio con la cabeza llena de mariposas negras y una indeclinable vocación de matarifes. Durante la tarde hacen acopio de disidentes, periodistas, mujeres, blogueros, y luego los pasean hasta que por las calles hierve un humus rojo y feo. Fui de los que protestó contra aquellas guerras destinadas a salvar los pozos que arden a la luz de la luna, pero no se me ocurre cómo condenar el combate contra quienes repiquetean la cólera de dios contra el infiel.

Los iraquíes ya no son aquellos que plancharon los tanques en la I Guerra del Golfo, ni súbitos del gorila Sadam, otrora amigo en la guerra de exterminio contra los iraníes. Han solicitado la ayuda del exterior. Nada que objetar, por tanto. La patata incandescente quema en Siria, cuyo gobierno no ha piado. Ni para reclamar tropas y aviones ni tampoco para protestar por los vuelos de los F-18. El encaje del ataque resulta complicado, si bien, como explica el diplomático jubilado Inocencio Arias, siempre podrá esgrimirse que no hay quien defienda a Irak sin antes bombardear los enclaves terroristas en el sur del país vecino. A esto unos lo llaman lógica de la guerra y otros, ingeniería legal.

En la cuna de la civilización, paraíso del neolítico, los verdugos jalean una niebla de azufre. De alguna forma habrá que defenderse frente a tanto delirio. Los soldados contra la yihad no son los Cien Mil Hijos de San Luis, aunque reconozco que escaman los aplausos de la bancada absolutista, con la impresentable Arabia Saudí al frente del equipo.

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