En los pasillos del cuartel general del partido francés "Europa Ecología Los Verdes" (EELV) era algo que todos comentaban en voz baja, según se asegura ahora. El dirigente ecologista Denis Baupin, vicepresidente de la Asamblea francesa, tenía un amplio historial de acosos sexuales. Sus víctimas se contaban dentro de las estructuras del partido; mujeres que callaron durante años los intentos de Baupin para hacerse con sus favores sexuales. El silencio de las acosadas estaba motivado por diferentes factores: el temor a perder el trabajo, pero, sobre todo, la desigualdad en la atención que las víctimas temían si denunciaban a uno de los principales líderes de su propio partido, casado además, con la ex jefa de la organización, Emmanuelle Causse, actual Ministra de la Vivienda.
Efectivamente, las agresiones de Baupin eran conocidas dentro de su organización, lo que pone en evidencia la "omertà" dentro del mundo de la política sobre este tipo de actos. Otras tres mujeres han denunciado, también por primera vez a cara descubierta, los ataques de Baupin. Otras cuatro lo han hecho bajo el anonimato, aunque con la misma validez judicial.
Pacto de silencio
Isabelle Attard, otra diputada ecologista, ha explicado la lluvia de mensajes escritos enviados por Baupin a su teléfono móvil: "Era un acoso casi cotidiano, pero especialmente durante los días de sesión parlamentaria". Attard explica el tono: "me gusta cuando cruzas así las piernas; "te resistes, me gusta".
Annie Lahmer, también militante verde, sufrió la persecución física de Baupin en una habitación y tuvo que protegerse detrás de una mesa. Fue en 1990. Baupin era entonces portavoz de los ecologistas. Cuando Lahmer le dijo que nunca se acostaría con él, Baupin le respondió "nunca ocuparás un puesto en este partido".
Las "tendencias" de Baupin se conocían ya desde hace 25 años. Ello refleja el pacto de silencio dentro del partido. Algo que muchos creen que debería saber también la esposa de Baupin, Emmanuelle Causse, jefa de EELV y actual ministra del gobierno de Françoise Hollande. Causse prefiere que la Justicia siga su curso y, de momento, ha manifestado su confianza en su acusado marido.
"Slipgate"
La información sobre el dirigente ecologista y segundo en el escalafón de la Asamblea Nacional, ha servido también para sacar a la luz pública otros casos, como el "Slipgate", del que es protagonista principal el actual Ministro de Finanzas, Michel Sapin.
En un libro de reciente aparición, "L'Élysée off", los periodistas Stéphanie Marteau y Aziz Zemouri recogen un episodio ocurrido en el Foro de Davos de enero 2015. Una periodista se agacha para recoger un bolígrafo. El responsable de las finanzas francesas, al grito de "¡qué me está enseñando!", agarró el elástico de las bragas de la periodista y lo hizo rebotar contra su piel.
Por supuesto, los casos de Baupin y Sapin han vuelto a sacar de los archivos los comportamientos de otros conocidos políticos franceses. Entre ellos, el más conocido internacionalmente —pero no el único de la lista- es Dominique Straus-Kahn, ex director del Fondo Monetario Internacional y ex gran promesa del socialismo en su país.
Muchos y muchas se preguntan por qué las víctimas del acoso sexual no denuncian enseguida a sus acosadores. Tanto en el caso de DSK como en el del resto de las citadas, los autores del crimen se aprovechan de su posición de autoridad dentro de las organizaciones donde trabajan con sus víctimas. Denunciar a un jefe, y más si este tiene una notoriedad pública, es un paso que incluso en sociedades supuestamente abiertas, como la francesa, puede llevar a perder el empleo, a ser marginada y a sufrir incluso las burlas y el desprecio de sus colegas hombres.
La prueba la encontramos poco después de que el "caso Baupin" estallase en la prensa. La diputada del partido conservador "Los Republicanos", Aurore Bergé, denunció que un compañero le dijo en una reunión, "cuando te veo, tengo ganas de hacerte un Baupin"; y siguió, "cuando veo a Aurore, se me pone el baton du Berger", en un juego de palabras con la marca de un conocido salchichón francés.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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