Durante casi un año, el cubano Miguel Fernández fue el único periodista del mundo occidental acreditado permanentemente en Damasco. Reportando como corresponsal para la agencia Prensa Latina —presente en Siria desde el inicio del conflicto en 2011— además de informador, se convirtió en referente indispensable para conocer desde adentro algunos aspectos de esa guerra. De regreso a La Habana, conversa en exclusiva con Sputnik.
¿Qué visión tenía usted del país y el conflicto antes de llegar y cómo fue cambiando su percepción a medida que conocía Siria?
Tenía antes una idea de la guerra —y de Siria— muy diferente a la real. Esperaba ver camellos, todas las personas con paños en la cabeza, destrucción, y me encuentro con el país más laico de Oriente Medio, cuna de civilizaciones, donde nacieron las tres religiones monoteístas —el judaísmo, la cristiandad y el islam—. Una nación con más de 10.000 años de historia —Damasco es la ciudad poblada más antigua del mundo— metida en una guerra de agresión, incentivada por más de 60 países, empezando por los grandes poderes occidentales, EEUU, Inglaterra, Francia, las monarquías del golfo…

Yo en mi preparación había leído muchas expresiones recurrentes: opositores armados, rebeldes, guerra civil. Pero cuando fui adentrándome en el conflicto descubrí que estas frases eran imágenes construidas por una gran campaña mediática diseñada desde Washington para tratar de desestabilizar al pueblo sirio.
Lo primero que se desmorona ante mí es la imagen de una guerra civil, porque no había tal guerra civil. Las guerras civiles son entre nativos y una de las cosas más interesantes que descubrí fue que los sirios no estaban peleando contra los sirios, sino contra mercenarios de más de 60 países.
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Las tropas del Estado Islámico (EI) o el Frente Al Nusra —por sólo mencionar algunos— están integradas por libios, tunecinos, chechenos, egipcios, africanos, personas procedentes de muchas ex repúblicas soviéticas del sur con fuerte presencia musulmana. En Siria llegaron a existir más de mil grupos armados diferentes, y esto responde a la composición mercenaria de los mismos.
Supuestamente la guerra había comenzado a raíz de los procesos conocidos como 'primaveras árabes', que según Occidente iban destinadas a derrocar tiranías, dígase Egipto, Túnez, Yemen o Irak. Se estaba presentando al presidente Bashar Asad como un dictador al frente de un gobierno totalitario, que el pueblo estaba luchando contra él. Y descubrí a un pueblo combatiendo alrededor de su gobierno. Un pueblo mixto donde suníes, chiíes, armenios, azeríes, cristianos, todos combatían en la misma trinchera y bajo la misma bandera con su líder al frente. No existe en la historia de la humanidad un dictador que haya logrado sobrevivir a años de guerra en esas condiciones.

Eso también desmorona las teorías de que la guerra se debe a que una mayoría suní se ha rebelado contra la minoría de origen alauí. El presidente es alauí pero su esposa es suní, una confesión religiosa que constituye el 80 % de la población. Soldados de todos los orígenes combaten hombro con hombro en las trincheras, porque defienden no solo al gobierno sino también la estabilidad y la independencia de su país.
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En más de 30 años de profesión, a usted le han tocado no pocas situaciones peligrosas, pero nunca había estado en un país en guerra hasta que llegó a Siria. ¿Cómo lo vivió?
Para un periodista cubano, que no está acostumbrado a conflictos bélicos, presenciar como protagonista de primera fila una guerra tan cruel como la de Siria fue estremecedor.

Rompe con todos los patrones de los conflictos armados en el mundo, por los niveles de crueldad, de brutalidad y de bajeza que imponen el Estado Islámico o el Frente Al Nusra, decapitando mujeres, niños, asesinando ancianos, enterrando vivos a sus prisioneros… Mi cobertura en Siria fue una experiencia única, yo vivía con los sirios, sufría sus necesidades, adolecía de la falta de luz, de agua. A dos kilómetros de mi casa se combatía, los cañonazos me retumbaban en la cama cuando dormía. El mismo sufrimiento del pueblo sirio yo lo vivía, y eso me permitió en primer lugar sensibilizarme, entender el conflicto, y tener una idea más clara de por qué habían decidido defenderse.
¿Cuéntenos más de cómo es el día a día en Damasco?
Pero alrededor, en toda la periferia de Damasco, operan decenas de grupos armados que están constantemente atacando el centro de la ciudad con misiles, morteros o cohetes. No sabes nunca en qué momento van a caer y puedes encontrarte un artefacto explosivo en la calle. Por eso la población vive en constante zozobra.
Es esa capacidad de resistencia del pueblo sirio, ese afán de no aceptar las adversidades de la guerra, lo que por lo menos a mí me daba impulso. Esa gente necesita que alguien cuente su realidad. Para mí como ser humano fue muy interesante, pues no hice la cobertura desde una burbuja, desde un enclaustramiento. La hice desde la calle, en las trincheras, estuve en diferentes frentes de combate.
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Ver a esa gente que no se rinde, que a pesar de toda la destrucción sigue soñando con tener un país próspero, es la mayor lección que me dio Siria.
¿Cómo lo acogieron los sirios?
Para mí fue muy interesante ver cómo en el otro lado del mundo sabían de donde yo venía, sabían quién yo era, no en lo personal, sino lo que yo representaba.

Una vez fui con un grupo de periodistas acompañados por el ejército a unas montañas en una posición estratégica hacia el sur del país, muy cerca de los Altos del Golán. Cuando llegamos nos presentaron a la tropa y dijeron de donde éramos y lo que hacíamos allí. Se rompieron las filas, cada cual cogió por su camino y yo me fui a las trincheras con mi traductor. Llegamos bien temprano y estaban repartiendo el desayuno, que era un pan árabe y una lata de sardinas, y uno de estos soldados, con más de 50 años, barbudo, sucio, lleno de pólvora y fango, se me acercó y partió su pan y me brindó la mitad. Yo lo rechacé pues había desayunado en mi casa y no tenía idea de cuantas horas hacía que ese hombre no comía. Pero mi traductor me dice que acepte, y me explica: él quiere compartir su comida contigo porque tú eres cubano, y a él siempre le han dicho que los guerreros cubanos son muy valientes y compartir la comida contigo le va a dar suerte en la próxima batalla. A mí se me salieron las lágrimas, primero porque no soy un guerrero, pero el hecho de que este hombre tuviera esa mirada de mi gente, de mi pueblo, fue emocionante. Estas cosas son las que a mí me fueron obligando a hacer una cobertura más seria y más comprometida.
¿Qué momentos recuerda con más impacto?
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¿Cuál es la imagen que tienen los sirios de Rusia y cómo influye la participación rusa en el transcurso de la guerra?
Conocí algunos rusos que viven allí, oí decir que hay más de 10.000. La relación con los rusos es muy anterior a la participación militar, cuando esta comienza fue una gran esperanza para los sirios.

Yo soy rubio y de ojos claros y muchas veces me confundían con ruso y me saludaban de una manera muy efusiva y cariñosa. Los sirios confían en Rusia, porque ellos han estado muchos años en conflicto con EEUU y otras potencias europeas y como única potencia amiga han tenido a los rusos. La única base militar rusa fuera de Rusia está en Siria desde hace más de 40 años y eso para los sirios era como un signo de garantía. Una buena parte de la oficialidad del ejército sirio es formada en Rusia.
Desde más de un año antes, EEUU estaba liderando una coalición internacional y no se veían los resultados. A medida que los norteamericanos bombardeaban, Daesh se expandía más, ocupaba nuevas posiciones.
Cuando entra, la aviación rusa echa por tierra todos los planteamientos que hacía esta coalición. En los primeros 30 días de bombardeos los rusos lograron aniquilar el 40 % de la infraestructura del EI, algo que en un año no había conseguido la aviación de EEUU y sus aliados.
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Los bombardeos anteriores no eran coordinados y muchas veces afectaban la infraestructura siria, los hospitales, las escuelas. Los rusos no, porque intervienen en la guerra a solicitud del gobierno de Damasco y todo se hace previa coordinación para que sea realmente efectivo sin dañar a la población civil.
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El conflicto sirio ha sido además un polígono perfecto para que Rusia muestre su armamento y poderío. De hecho, la presencia rusa en Siria frenó el impulso de Occidente en su afán de desmembrar el Oriente Medio.
Hace unos meses ya que regresó a Cuba, pero se mantiene al tanto de la situación. ¿Cómo la calificaría?