"Señor Lavrov, usted es un diplomático serio y uno de los más experimentados entre los participantes de esta reunión, por eso creo que no debería confiar en estas alegaciones frívolas. Si tiene al menos una prueba del apoyo de Turquía a Daesh estoy dispuesto a dimitir", dice la nota.
Esta semana ambos cancilleres participaron en Viena en la reunión del Grupo Internacional de Apoyo a Siria en la que Lavrov acusó a Ankara de haber creado una amplia red de suministros para Daesh. "Numerosos datos apuntan a una red muy fuerte y ramificada del lado de Turquía para continuar y camuflar estos suministros", dijo.
El analista internacional, Juan Aguilar, sostiene que la declaración Cavusoglu queda muy bonita como titular de un periódico en la prensa borrega y adoctrinada, y nada más. Se trata de una típica proclama que se hace cuando sabes que la contraparte no podrá obtener pruebas definitivas, en el sentido de que no se encontrarán documentos firmados por altos funcionarios turcos vinculados a Daesh, por una cuestión de sentido común.
El Gobierno turco sabe jugar con la maldad, afirma Aguilar. Por un lado ha estado alimentando los conflictos en Oriente Medio, tanto con Irak, como con Siria, y en otros puntos, de forma soterrada, pero sabiendo que como miembro de la OTAN siempre va a tener el respaldo de Occidente y de EEUU.
El presidente turco juega fuerte porque sabe que en tablero de ajedrez geopolítico de la zona se puede permitir alguna de esas partidas, como el derribo del avión ruso, o la complicidad con los terroristas de Daesh, porque nadie va a arriesgarse a un enfrentamiento total por las bravuconadas de Erdogan, según Aguilar.
De facto se sabe que el Gobierno turco es prácticamente una dictadura, incide el analista, donde la oposición y los periodistas son perseguidos, los kurdos asesinados, sus poblaciones bombardeadas, y con un grado de islamización creciente.
Las principales armas de Turquía son su alianza con EEUU y ser miembro de la OTAN. Pero además tiene la llave de los refugiados para doblarle la espalda a los Gobiernos europeos. Aguilar concluye que lo que hace Erdogan con todas esa piezas es jugar a sacar ganancias propias en un régimen cada vez más endurecido.
De lo único que no se salvan las bravuconadas del mandatario otomano es del sentido del humor ajeno. A finales de marzo, en el canal de televisión ZDF de Alemania, el humorista Jan Böhmermann leyó un poema sobre Erdogan, quien exigió a Merkel que llevara al humorista ante la justicia. Merkel sucumbió ante su demanda. Y el Tribunal de Hamburgo acaba de dar su veredicto: considera aceptable llamar a Erdogan “tonto, cobarde y retrasado”.