Cinco meses más tarde, Matthew Mann, entrenador de la Universidad de Michigan, acusó a Japón de haber ganado las competiciones debido al hecho de que sus nadadores inhalaban oxígeno puro antes de entrar a las piscinas olímpicas.
Pese a que la inhalación intensiva de oxígeno no era —y no es— considerada dopaje ni por el COI (Comité Olímpico Internacional) ni por la FINA (Federación Internacional de Natación), Mann 'declaró la guerra' al uso del elemento químico gaseoso y se comprometió a lograr su prohibición.
A pesar de haber quedado probado que el dopaje por parte del equipo de natación japonés nunca ocurrió, la historia quedó grabada en la mente del público. El supuesto efecto milagroso del uso del elemento químico gaseoso fue retratado en dibujos y caricaturas hasta bien entrados los años 70.
La ficción estadounidense del 'oxígeno japonés 1932' se convirtió en un punto de referencia en el debate sobre el dopaje en el deporte internacional.