Según informan medios eslovenos, desde mediados de 2017 las autoridades del país han registrado más de 1.400 incursiones de sus fronteras marítimas. Los buques pesqueros croatas, generalmente escoltados por barcos de la policía croata, laboran sistemáticamente en aguas que consideran suyas.
De qué se trata
La controversia territorial entre Liubliana y Zagreb es un legado que la UE ha heredado de principios de la década de 1990 y la desintegración de Yugoslavia. Croacia es el miembro más 'joven' de la comunidad europea, pero durante muchos años su adhesión se mantuvo en suspenso, ya que Eslovenia —miembro de la comunidad desde 2004— vetaba todo acercamiento hasta que no se resolviese la disputa territorial entre estas dos naciones.
Además de las aguas del golfo de Piran en el norte del mar Adriático, se disputan también un tramo de 670 kilómetros de frontera terrestre que hoy día forma el límite sur del espacio Schengen.
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El hielo pareció empezarse a fundir cuando la Unión Europea persuadió a ambos Estados para que se sometieran a un arbitraje vinculante en la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya (CPA). Croacia fue debidamente admitida en la UE en 2013, pero dos años más tarde, abandonó el proceso de arbitraje, tachándolo de parcial.
El fallo del tribunal —de junio de 2017— le otorgaba algunos reclamos de tierras a Croacia, pero le cedía la mayor parte de la bahía a Eslovenia y, lo que es más importante, un corredor de 10 millas náuticas (unos 18,5 kilómetros) para que los buques eslovenos tuviesen la posibilidad de salir a aguas internacionales a través de las aguas croatas.
Punto muerto
La Corte Permanente de Arbitraje les otorgó a ambos países un plazo de seis meses para implementar las medidas reflejadas en el fallo, un plazo que se agotó a mediados de enero. El primer ministro esloveno, Miro Cerar, llamó a su homólogo croata, Andrej Plenkovic, a implementar las medidas; por su parte, Plenkovic sugirió a Liubliana no ejecutar medidas unilaterales, avisando de que estas podrían causar incidentes en las fronteras.
Esta situación supone un nuevo quebradero de cabeza para las autoridades europeas. Bruselas creyó haber resuelto el pleito cuando aceptó a Croacia en su comunidad, pero ahora la disputa fronteriza entre estas dos naciones podría bloquear una mayor ampliación de la unión hacia los Balcanes occidentales, advertía a principios de enero el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
"La futura ampliación de la UE hacia los Estados de los Balcanes Occidentales está en manos de Eslovenia y Croacia (…) No se trata de un problema puramente bilateral, este es un problema que afecta a toda la Unión Europea", señalaba entonces el luxemburgués.
Por otra parte, la crisis es una oportunidad para la comunidad europea de demostrar su capacidad como arquitecta de soluciones pacíficas en el continente. Una actitud especialmente necesaria en los Balcanes, donde el colapso de Yugoslavia ha dejado un paisaje lleno de cicatrices que aún pueden volver a abrirse.
Si algo tienen en común Bosnia y Herzegovina, Macedonia, Montenegro, Serbia y la república autoproclamada de Kosovo es la aspiración de algún día ser miembros de pleno derecho de la Unión Europea. Una Europa sin fronteras.