El vergonzoso suceso también está siendo aprovechado por quienes buscan reducir o cortar los fondos públicos que se dedican a la ayuda al desarrollo. Resulta que siete empleados de la misión que Oxfam desplegó en Haití tras el devastador terremoto de 2010 que mató a 220.000 personas, entre ellos su jefe, Roland Van Hauwermeiren, contrataron los servicios de prostitutas —algunas posiblemente menores de edad— y organizaron una orgía con el dinero de los donantes y los contribuyentes. Más tarde se supo que volvieron a hacerlo en Chad, un paupérrimo país centroafricano devastado por el hambre y la guerra. El personal de la ONG de origen británico no era tan limpio y maravilloso como a uno le gustaría pensar.
Parapetados en la cultura de la impunidad, los implicados en este despreciable comportamiento de explotación y abusos sexuales salieron por la puerta de atrás con mucha discreción. Tras la investigación, Oxfam despidió a cuatro trabajadores —otros tres dimitieron— acusados de haber participado en orgías con prostitutas, descargar material pornográfico e ilegal, acoso e intimidación. Pero se fueron sin pagar por lo que hicieron. De hecho, la ONG dio "referencias positivas" de algunos de ellos, lo que les permitió trabajar de nuevo en otros proyectos humanitarios con personas vulnerables.
Oxfam reconoció ahora que "el comportamiento de algunos miembros del personal en Haití fue totalmente inaceptable", destacó que se había abierto una investigación interna para llegar "hasta el fondo" del asunto e informó al Parlamento y a la Agencia de Cooperación británica (DFID), así como a otros donantes, como la Unión Europea y la ONU.
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Stocking, directora ejecutiva de Oxfam entre 2001-2013, admitió que, siete años después, habría actuado de otra manera. "Entonces pensamos que la mejor forma de actuar era cerrar todo el caso lo más rápido que pudiéramos", declaró en una entrevista a la BBC. En otras palabras, la estrategia consistía en tapar el asunto con un velo de silencio e hipocresía.
Al lamentable comportamiento de los trabajadores se sumó la torpeza de sus jefes. Da la triste y amarga sensación de que los directivos de Oxfam intentaron tapar entonces aquellas sórdidas miserias y ahora pretenden minimizarlas, pasando página deprisa, para que los efectos colaterales sean menores en su cuenta de resultados.
El golpe a la credibilidad de la organización ha sido muy severo, extremadamente severo. Habrá que ver cómo se recupera y cuánto tiempo le lleva hacerlo. Ya han rodado las primeras cabezas. La actual directora adjunta, Penny Lawrence, que ejercía de directora de programas en 2010, presentó su renuncia "profundamente arrepentida por el daño y la angustia generada para quienes apoyan a Oxfam, todo el sector de cooperación y para la mayoría de las personas vulnerables que han confiado" en la ONG.
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Oxfam es una mega organización multinacional nacida en Londres que trabaja en justicia comercial, comercio justo, educación, deuda, ayuda internacional, sustento de la vida, salud, Sida, igualdad de género, guerras, desastres naturales, democracia, derechos humanos y cambio climático. La organización posee una amplia red de tiendas de libros, ropa y artesanía, entre otros productos; la cadena de 1.200 establecimientos se extiende por Europa (incluida España), Asia (Hong Kong y Japón) y Oceanía (Australia y Nueva Zelanda). Al año recibe 330 millones de euros de fondos gubernamentales y donaciones públicas. Emplea aproximadamente a 10.000 personas (además de 23.000 voluntarios) en todo el mundo.
La Comisión Europea, uno de los mayores donantes internacionales junto con el Reino Unido, respondió indignada en términos similares a los de Londres. Un portavoz de Bruselas exigió explicaciones urgentes y transparentes. Están en juego millones de euros. Si ambas entidades deciden cortar el grifo, la viabilidad de Oxfam corre peligro.
Estos comportamientos neocoloniales, racistas, corruptos y misóginos no deben reproducirse de nuevo. Es preciso desarrollar un mejor sistema de protección en el sector de la ayuda humanitaria, porque existe un grave problema de abusos sexuales y este escándalo es desgraciadamente solo la punta de iceberg.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK