A la nueva especie le resulta más fácil infectar a los caracoles y a los mamíferos que le sirven de huésped temporal que a la especie de la que proviene. Estos mismos híbridos podrían también ampliar el rango de mamíferos que les sirven de huésped, lo que sería un verdadero problema para que los epidemiólogos pudiesen controlarla.
El parásito sorprendió a Boissier en 2014, cuando en una sola semana médicos de Francia y de Alemania contactaron con él para avisar de que dos familias habían contraído la enfermedad después de volver de sus vacaciones por la isla mediterránea.
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Los epidemiólogos peinaron entonces el río Cavu el mismo año y descubrieron al caracol, esencial para el complejo ciclo de vida de los gusanos planos que transmiten la esquistosomiasis, y al parásito en él, publica Science Magazine.
El estudio de Boissier advierte que el híbrido del parásito que ha afectado a esas más de 120 personas "podría ampliar el rango de mamíferos que lo pueden hospedar".
"Si la larvas se encuentran con otro mamífero nadando, excavan en su piel y se asientan en sus vasos sanguíneos para completar su ciclo de vida (…) La especie más común que afecta a los humanos es la 'schistosoma haematobium', y causa esquistosomiasis urogenital", explican en Science Magazine.
En 2016, un equipo de investigadores del Instituto Wellcome Sanger del Reino Unido secuenció el genoma del híbrido descubierto en 2014 y, según Daniel Colley, de la Universidad de Georgia (EEUU), "la cantidad de información genómica es impresionante".
De Córcega la enfermedad no ha logrado salir y en 2017 no se detectó ningún nuevo caso, pero los caracoles portadores del parásito siguen presentes en el río Cavu y han logrado asentarse en el Solenzara, según Boissier.