Eliana se limpia las lágrimas como quien espanta moscas, con el digno aplomo de los que tienen poco y pierden mucho. Llora cuando recuerda a su hijo mayor, Pablo, que supo ser promesa como jugador de fútbol en las inferiores del club River Plate pero que murió, cuenta con estoicismo su madre, como consecuencia de su adicción a las anfetaminas y otras drogas.
Eliana Silva vive con su marido, Jorge Altamirano, en una casa humilde del humilde Barrio Independencia de José León Suárez, partido de San Martín, una zona donde todavía parece no haber llegado del todo el progreso, donde no hay red cloacal y donde "una o dos veces por semana" se escuchan por las noches los disparos desde una de las villas más nuevas y violentas del conurbano.
A pocas cuadras de lo de Eliana y Jorge está 'Ciudad de Dios', el apodo que ostenta, en referencia a la favela carioca y la película que la retrata, el asentamiento de emergencia que se creó en 2005 entre las vías del ferrocarril Mitre y la bifurcación entre arroyos que desembocan en el Río Reconquista. También es el lugar donde, como saben todos los vecinos, están instalados los búnkeres del narco y donde a toda hora pueden verse los 'soldaditos', niños y jóvenes que sirven de centinelas y vendedores en las esquinas.
La madre y abuela contó que la situación se ha vuelto más difícil para todos en el último tiempo porque, por un lado, hay poco trabajo y la plata no alcanza: "Un kilo de azúcar te sale 20 pesos a la mañana y a la tarde subió a 23". "Si se me rompiera algo hoy no podría comprar uno nuevo", agregó. Por otro lado, contó que existe el fenómeno por el que los robos en el barrio empeoran a medida que se acerca el fin de semana: "Se desesperan, hacen cualquier cosa con tal de tener para comprar [drogas]".
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Hace menos de un mes, el 1 de noviembre, Eliana y Jorge fueron a participar como todas las semanas de las actividades que realiza Cáritas en la Iglesia de la Inmaculada Concepción, al costado de la Ruta Provincial 4. Jorge recibió el llamado de su hija que le dijo que habían visto pasar su auto por enfrente de la casa, a lo que él respondió incrédulo que no podía ser, ya que las llaves las tenía encima.
Jorge se considera un afortunado, trabaja como remisero con su auto hace 20 años, desde que lo despidieron de la fábrica en la que trabajaba. Con la indemnización compró lo que llama su "ferrari", que ha sido desde entonces la principal fuente de ingresos del hogar.
Vecinos de Barrio Independencia hace más de tres décadas, han sido testigos de cómo el narcotráfico, el aumento del consumo y la violencia con la que siempre vienen hermanadas a la pobreza se fueron infiltrando en su vecindario de a poco, ganando terreno como una inundación paulatina, como ocurre en todos las zonas marginales del conurbano bonaerense.
El partido de San Martín cuenta con 149 barrios populares, entre los que se encuentran 58 villas urbanizadas y 91 asentamientos de emergencia, volviéndolo el municipio con el número más alto de la provincia de Buenos Aires, según la investigación publicada en 2008 por la antropóloga María Cristina Cravino, 'Los 1.000 barrios (in)formales'. Más de 80.000 personas (18% de su población) viven en uno de estos barrios, que en muchos casos son linderas y cohabitan con áreas residenciales de la clase media.
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Este es el caso de Villa Ballester, la ciudad más poblada del partido, una localidad donde se instaló a principios de siglo pasado un importante caudal de inmigrantes de la colectividad alemana y que hoy es el segundo centro urbano, económico y comercial más importante de San Martín. Un barrio que también es tristemente célebre por sus casos de inseguridad y delincuencia.
Zaira Rodríguez tenía 21 años cuando, el pasado 10 de noviembre, por no poder hacerse con el auto en el que estaba junto a su novio, unos 'motochorros' le robaron, en cambio, la vida. Zaira era piloto de karting y estaba de camino al cumpleaños de su abuela. El disparo no fue una advertencia, le pegó en la cabeza, cerca del oído, y murió de camino al hospital. Un día antes, una nena de 3 años había sido baleada de gravedad cuando su madre, que manejaba su auto guiada por el GPS, entró sin querer a la villa más cercana al centro de Ballester: La Rana.
— ¡Zaira!
— ¡Presente!
— ¡Ahora!
— ¡Y siempre!
La multitud ocupa aglomerada la cuadra que va desde la intersección entre la avenida Alvear, principal centro comercial del barrio, y el boulevar Ballester, sobre el que se encuentra la comisaría 2da. de San Martín. Apostado frente al edificio y encabezando la manifestación está Claudio Rodríguez, padre de Zaira.
Él y todos los vecinos presentes reclaman justicia a su manera. Algunos piden "mano dura" y la presencia de la Gendarmería en las villas, algunos insultan a la Policía y los acusan de cómplices, otros demandan un mejor accionar de jueces y fiscales y critican el "garantismo" que defendería, según sus palabras, más al criminal que a la víctima, así como la "puerta giratoria" en los juzgados para los delincuentes.
Luego de dar unas palabras a los medios y a los presentes frente a la comisaría, Claudio encabeza, junto a las familias de otros jóvenes asesinados por la delincuencia, una marcha hasta su casa. Lo que aglomerado ocuparía una cuadra, se transforma en un caudal de gente que se extenderá y atravesará el barrio como una peregrinación silenciosa, pero con mucho para decir. Ellos, a diferencia de lo que ocurre dentro de los barrios humildes, son los que pueden hacerse oír.
"Seguiremos haciendo marchas hasta que la Justicia entienda que tiene que hacer su trabajo. Nosotros pagamos nuestros impuestos para tener seguridad. Tienen que poner las leyes más en claro para que la Policía pueda actuar y marcar el respeto que se merece la gente y la Policía en sí. Si tenemos el apoyo de todos, el Gobierno inclusive, esto tiene que terminarse, no disminuir. Terminarse", concluyó Claudio en entrevista con Sputnik.