No cabe duda de que es un acontecimiento histórico para los movimientos de avanzada de este país suramericano, es la primera vez en la historia nacional que un candidato presidencial comprometido con las mayorías pisoteadas llega con vida a la segunda vuelta electoral.
Recordemos que al líder popular colombiano Jorge Eliécer Gaitán no le permitieron participar en su momento en la contienda electoral ya que lo asesinaron. Pero al senador Petro no lo han podido asesinar y los más de ocho millones de votos son contra la política tradicional y la clase dominante.
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De ahí la siguiente pregunta: ¿quieren aplicarle a Petro la 'muerte' política mediante las exageradas multas económicas? Sanciones que suman más de 300.000 millones de pesos, según el propio senador colombiano.
Petro dirigió Bogotá con suficientes corrientes políticas en su contra, incluso con el tibio rencor de un cierto sector de la izquierda colombiana. No obstante, sorteó la revocatoria de su mandato por las dificultades relacionadas con el sabotaje a la recolección de la basura de la capital colombiana. Aun así, Petro finalizó su mandato.
El esquema de recolección de basura que a duras pena pudo implementar Petro, permitió que los bogotanos ahorraran 50.000 millones de pesos, de acuerdo con datos oficiales. Los ciudadanos dejaron de echar a la basura varios miles de millones.
El establecimiento colombiano está desesperado y asustado con la hazaña electoral realizada por Petro y el pueblo colombiano.
La derecha supone que él será el presidente de Colombia en un futuro no lejano, por cuanto no cuenta de momento con un candidato que logre hacerle contrapeso en medida significativa en una eventual contienda electoral. Asimismo, no concibe que alguien que no es de la clase dominante llegue a ocupar el más alto cargo de elección popular de Colombia.
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Lo que está ocurriendo con Petro es, guardadas las diferencias, lo más parecido a los golpes de Estado encubiertos propinados contra definidos expresidentes latinoamericanos, como Manuel Zelaya, en Honduras; Fernando Lugo, en Paraguay; Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff, en Brasil.
La conocida estrategia mantiene suficientes puntos comunes allá, acá y acullá; es la presunta comisión de una falta a la ley, para sacar al líder de la vida política. Los jueces terminan juzgando a aquellos líderes sociales y políticos que intentan implementar programas de Gobierno populares y sus políticas, aunque contengan un mínimo de decencia y justicia social.
La clase política tradicional colombiana debería de considerar la posibilidad de irse de vacaciones, y, a la vez, reconocer que es el tiempo de que un Gobierno con compromiso con las mayorías alterne en el poder. A lo mejor el prestigio del sistema político colombiano se recuperaría. Más aún, se revitalizaría. La izquierda colombiana contribuiría con sus aportaciones a potenciarlo y a imprimirle una apariencia moderna.
Petro no tiene el rótulo ni de comunista ni socialista ni maoísta ni trotskista ni estalinista ni marxista-leninista. Con todo, Petro propone una era de cambios, de reformas, progresista a fin de beneficiar a la gente despreciada, justamente desde la izquierda colombiana. En nuestros días, el exalcalde de Bogotá y más de ocho de millones de votantes que acudieron a las urnas en las elecciones presidenciales de 2018 son el músculo electoral de los sectores medios, los oprimidos y la vanguardia de Colombia.
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