La UE le debe su nombre al Tratado de la Unión Europea (TUE). Los 12 países que lo firmaron —los 12 miembros de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE)— decidieron ir más allá de una simple unión exclusivamente económica y se lanzaron a la aventura de iniciar la senda de la integración política.
La joven UE pronto se amplió para hacer sitio a los países del este hasta alcanzar los 28 Estados al cumplir la mayoría de edad. Con la crisis económica de 2009, los problemas estructurales del proyecto de integración europea se hicieron patentes.
"El Tratado de Maastricht fue el principio del fin del Estado-nación en Europa, pero fue un deleite para los grandes negocios, para la burocracia europea en Bruselas y para el eje Berlín-París, que pensó que podría gobernar toda Europa mediante esa burocracia sin responsabilidad democrática", opina el periodista y comentarista euroescéptico Rodney Atkinson en Sputnik.
En 1999, seis años después de que el TUE entrase en vigor, los Estados miembros establecieron la Eurozona y adoptaron la moneda única. Atkinson cree que el euro es "la política más destructiva económica y democráticamente de la UE" y no considera que el futuro de la divisa vaya a ser positivo.
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Thorsten Polleit, uno de los consejeros económicos del fondo de inversión R&R Real Value, coincide con el periodista: el peso cada vez menor de la voz de los Gobiernos nacionales es un problema tanto para la política monetaria de la UE como para la política del bloque.
"No deberíamos olvidar que la historia de la Unión Europea no es larga y que sus imperfecciones tienen mucho que ver con los juegos de poder de sus Estados miembro y de sus Gobiernos nacionales. Al principio, los Estados miembros no deseaban tener una Unión Europea democrática que promoviese rendir cuentas, el respeto al Estado de Derecho y a los derechos fundamentales", recuerda la experta.
Según Michael Geary, profesor asociado de Historia Moderna de la Universidad de Ciencias y Tecnología de Noruega, a pesar de que los Estados miembro se han beneficiado en general de los beneficios del Mercado Único, países como Italia, Portugal, España y Grecia han experimentado problemas como miembros de la Eurozona. "No deberían haber adoptado el euro sin haberse sujeto a un apropiado control político", señala.
"Existe mucho poder blando en una organización tan amplia como la Unión Europea. Pero también tiene cosas negativas —y es una organización única en ese sentido—: tienes que ceder soberanía nacional para centralizar la toma de decisiones. Y ahí está la tensión. Esa tensión ha estado ahí desde los años 60. Algunos países lo aceptan y para otros, como para el Reino Unido, ceder soberanía de Westminster a Bruselas ha resultado ser una pastilla más difícil de tomar", explica Geary.
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