El dato dice así: un millón de hogares campesinos en Colombia vive en menos espacio del que tiene una vaca para pastar. Y las vacas caminan, pastan, regurgitan, descansan y se mueven a sus anchas en una tierra en disputa desde hace décadas. Los campesinos, no.
Colombia tiene unos 13 millones de campesinos y una población de 49 millones de personas, siendo el tercer país con más población de América Latina, solo después de México y Brasil. Además, ostenta otro título bastante significativo para entender su idiosincrasia y su historia reciente de conflicto: es uno de los países del mundo con mayor índice de monopolio de la propiedad de la tierra y es el territorio más desigual del continente latinoamericano en lo que se refiere a su distribución.
Hay un ejemplo muy característico para entender estos vínculos y que los campesinos siempre mencionan cuando se trata de hablar de las tierras que reclaman: la empresa Cartón de Colombia, (hoy parte de la irlandesa Smurfit Kappa). La multinacional lleva adquiriendo terrenos montañosos a bajos precios desde los años 60 para instalar eucaliptos y pinos, destruir la tierra y sustentar su demanda de madera para su negocio millonario. "Estamos cambiando agua por basura", denuncian los ecologistas.
Los hermanos Carvajal, Alfredo y Juan Martín, dueños y socios fundadores del Grupo Carvajal y máximos accionistas de la multinacional devoradora de pulpa de papel, habrían aportado también, según los informes publicados por estos medios, altas sumas de dinero a la primera campaña de Juan Manuel Santos; y habrían sostenido proyectos conjuntos con la Federación de Cafeteros y las Corporaciones Autónomas Regionales, encargadas de vigilar a la papelera.
Andrés Guachetá es vocero de los Productores Agropecuarios del Departamento del Cauca, al suroccidente del país. Es campesino, líder social y mira con esos ojos como del que sabe explicar las cosas complicadas en dos frases tremendamente lúcidas. En 2010, junto a otras 70 familias, participó en la recuperación de la Finca Challaní, de 256 hectáreas.



Era una finca improductiva, que en algún momento se dedicó a cultivar espárragos, y que en aquel año estaba prácticamente abandonada. Los campesinos la tomaron y la han convertido en un éxito de la comunidad. Actualmente alimenta decenas de bocas en el Departamento más acuciado por la violencia en Colombia y donde más de la mitad de su población vive de la tierra que se disputan multitud de grupos armados cuando están a punto de cumplirse tres años de la firma de los Acuerdos de Paz en el Teatro Colón de Bogotá.
Al negocio de la guerra, Colombia destina el 40% de su presupuesto según datos del sindicato UNEB (Unión Nacional de Empleados Bancarios), y tras la firma de los Acuerdos de Paz la partida se ha incrementado. Sin embargo, para otros asuntos como el sector agropecuario, importante para campesinos como Andrés y fundamental para cumplir con el punto 1 de los Acuerdos: la Reforma Rural Integral, el presupuesto es menor ahora que hace tres años.

En 2018, la partida económica para todo lo referente a la tierra en Colombia se redujo en un 20,5%, destinando al mayor problema del país tan sólo 793 millones de dólares, una cantidad insuficiente para garantizar la restitución de tierras que los campesinos perdieron por el desplazamiento forzoso que sufrieron durante 58 años de conflicto armado.
La violencia contra los líderes sociales no ha terminado con la "llegada" de la paz. Según un informe de la Red de Derechos Humanos Francisco Isaías Cifuentes, que lleva trabajando en esta zona del país más de quince años, 174 líderes sociales y defensores de DDHH han sido asesinados entre el 1 de Enero de 2016 y el 25 de Mayo de 2019.
¿Por qué parte de las FARC ha vuelto a alzarse en armas? https://t.co/QJdWHl9zNU
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Tras la desmovilización de 13.194 combatientes acreditados de las FARC y el fin de la guerrilla los asesinatos selectivos no han cesado. A Andrés casi lo matan hace dos días. Lo llevaron a una zona apartada de la finca y le rindieron cuentas por algo que alguien había dicho que él había dicho. Al final le dejaron ir. Tuvo suerte. Había sido un malentendido. Pero cuántos no lo han contado por malentendidos más pequeños que el suyo.
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A media hora en moto de la Finca Challaní hay otra Finca emblemática. Se llama La Bonanza. Todavía es de unos dueños que no son dueños y que pagan a unos testaferros para que cuiden la zona de "bandidoscampesinos". El 42,7% de los propietarios de fincas aseguran no conocer el origen legal de sus territorios según un informe de Oxfam.

Un grupo de campesinos encapuchados aparece en La Bonanza, que tiene una casa blanca y roja y pasa desapercibida en la carretera y quema algunos pastos mientras agitan sus machetes pidiendo justicia social. Uno de ellos asegura que llevan dos meses intentando recuperar esa finca para poder comer mejor y que la Alcaldía del municipio ha contratado unos sicarios para matarles.

La cabeza de un encapuchado vale 20 millones de pesos (unos 6.000 dólares). En las tierras de La Bonanza hay un proyecto para construir unas viviendas donde el alcalde del municipio tiene participación, acciones e intereses. Cuando llega la policía, los campesinos se pierden monte a través y los "mayordomos [así llaman a los testaferros]" les gritan sinvergüenzas con la cara roja de rabia.

Óscar Salazar es un líder histórico de la lucha campesina. Se hizo famoso en la gran marcha campesina del año 1999, la primera que consiguió sumar a las diferentes comunidades (indígenas, campesinos, afroamericanos...) por una lucha común.
Óscar lleva dos escoltas. Es vivaracho, amable, de pelo blanco joven y dicción política perfecta. Está incluido en la Unidad Nacional de Protección junto a otros 4.487 líderes sociales en el país que el propio Estado considera que están en riesgo y por eso les facilita el esquema de seguridad.

Salazar sufrió un atentado hace dos semanas. Dos sicarios les esperaban en la carretera y empezaron a dispararles. Hubo un enfrentamiento y al final uno de los matones murió y el otro continúa hospitalizado en el Hospital de Popayán, la capital del Cauca. Tiene vigilancia policial 24 horas. Todos dicen que qué más da, si ya está muerto de todas maneras.
"El Estado colombiano está evadiendo, eludiendo, su responsabilidad con los Acuerdos pactados en el Teatro Colón", dice Óscar en una oficina de una organización de DDHH en Popayán. Recibir periodistas en su casa está prohibido por un tiempo después del atentado.
"Además de eso, tenemos la cruel situación de la política estatal que pretende desconocer los acuerdos empezando por las limitaciones presupuestarias, donde hay una clara definición de no dejar los recursos necesarios para implementarlos. Ahí es donde la opinión pública internacional tendría mucho que decir al respecto", sentencia.
La violencia en el Cauca no tardó en recrudecerse tras el anuncio. Sólo el fin de semana posterior a que este vídeo se difundiese por internet, 26 personas fueron asesinadas violentamente por los diferentes grupos armados que operan a sus anchas en la zona.
8 millones de personas en Colombia han sido desplazadas por la guerra. Una guerra con la que el mundo, y ellos mismos, se han acostumbrado a vivir, aunque no por eso sea menos guerra y menos sanguinaria. Una guerra con café sigue entrando cruel en el estómago y provocando una gastritis crónica tras 58 años de negritud. Al café negro americano, aguachirri, le llaman "tinto" en Colombia. Es peligroso porque parece que no hace daño y que no quita el sueño y se termina tomando o sintiendo compulsivamente. El miedo, como el café, hace parte de la familia; serenos, tensos, y terminan matando intramuros como el silencio cómplice de quien calla las atrocidades anunciadas en las crónicas de la madre tierra. No es país para campesinos.