En enero de 2003 el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, acuñó el epíteto de Vieja Europa para referirse a ciertos países de la región oeste de ese continente que rechazaban participar en la guerra que Estados Unidos desataría más tarde contra Irak.
La referencia peyorativa por parte del ministro de la guerra de la mayor potencia mundial, considerada una aliada a ultranza de Europa, fue expresión del ideario unipolar que Estados Unidos comenzó a construir tras el ataque terrorista contra Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001. Algunos intelectuales como Francis Fukuyama y Robert Kagan se habían encargado de dar soporte teórico a esta aberración.
Europa se sintió ofendida, particularmente Alemania y Francia, pues no consideraban necesario desatar una guerra que avizoraban como parte de la lógica del con ellos o con nosotros que había sembrado como paradigma el presidente George W. Bush. Estos países comenzaron a vislumbrar que en el mundo unipolar ellos también serían excluidos a pesar de que no tenían contradicciones fundamentales con la potencia norteamericana.
Más allá de tibias respuestas europeas que llegaron incluso a que el canciller federal alemán Gerhard Schroder recordara que el apellido Rumsfeld suena en oídos alemanes como patán, este hecho histórico puede considerarse como la inauguración de la actitud europea de ceder su soberanía a Estados Unidos y subordinarse casi absolutamente a su política exterior.
Fue el triunfo definitivo de los otanistas frente a los europeístas. Fue el funeral oficial de la doctrina de Gaulle que preconizaba una Francia independiente en materia de seguridad y de política exterior y la cesión de soberanía producida por la influencia de otras potencias. Fue —en definitiva— la muerte de Europa, en cuyo territorio se impuso desde entonces la voluntad de la OTAN que —recordémoslo— siempre tiene como jefe a un general de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Como expresión del triunfo de la OTAN, el expresidente Sarkozy se deslindó del pensamiento de quien consideraba su tutor político e incorporó a las Fuerzas Armadas francesas a la alianza militar.
A la luz de los hechos actuales —parafraseando a Rumsfeld— Europa ya no es solo vieja, ahora además es decrépita, decadente y en proceso de descomposición. Y no sólo su región occidental, la casi totalidad de ese bloque denominado Unión Europea —que permanece frágilmente pegado como lo demostró el reciente Brexit— se ha incorporado a la denominación que el ex secretario de defensa de Estados Unidos le dio hace solo 17 años cuando parecía conservar algunos atisbos de dignidad y decencia.
Sin embargo, en años recientes y en los casos de Rusia, Medio Oriente y Venezuela, por citar algunos, Europa ha seguido ciegamente a Estados Unidos y ahora se encuentra en problemas de los que no sabe cómo salir al ser afectada de manera directa, mientras que el país norteamericano —que la ha usado como carnada— no sufre en carne propia la repercusión de sus acciones.
Por ejemplo, la naranja es comprada a 0,15 euros el kilo al productor, mientras que al consumidor le cuesta más de un euro; el aceite de oliva lo pagan a 0,20 euros el litro pero lo venden a más de 2,50 euros.
Frente a esto el Gobierno se ha mostrado incapaz de ofrecer soluciones. Mientras los productores agrícolas de Estados Unidos se ven favorecidos en año electoral por el acuerdo con China, a los de Europa se le han cerrado los mercados en cumplimiento de las sanciones que ha decidido Estados Unidos y que los gobiernos europeos acatan con sumisión.
Mientras eso ocurre el relator especial sobre la Extrema Pobreza y Derechos Humanos de la ONU, Philip Alston se vio obligado a realizar una visita a España para investigar la situación del país en cuanto al sistema de protección social para las personas en situación de pobreza, por lo que examinará especialmente áreas como:
- la vivienda
- la educación
- la atención sanitaria
Alston informó que: "España es la quinta economía más grande de Europa y, sin embargo, tiene unos niveles de pobreza sorprendentemente altos. Esto plantea verdaderas preguntas sobre quién se ha beneficiado del reciente crecimiento y quién se ha quedado atrás".
En otro ámbito, las guerras desatadas por la OTAN en Medio Oriente a fin de cumplir con los designios de Estados Unidos han generado una ola interminable de migrantes que van a Europa. El Viejo Continente se ve amenazado por la desestabilización de sus servicios públicos, lo que provoca el embate de sectores racistas que encuentran en los migrantes las causas de sus problemas. En realidad, ello no es más que la consecuencia de la guerra y la exclusión que los conflictos creados por la Alianza han producido en África y Medio Oriente.

En Venezuela, Europa y sobre todo España han perdido su tradicional capacidad de mediación al ponerse de lado de una de las partes en el conflicto interno del país. Quienes siguen sin reservas a Estados Unidos se suman al ridículo de vincularse con un gobierno que no existe, como ha quedado claramente demostrado gracias a la solicitud de extradición que ha hecho el presidente de Colombia a quien no tiene a una senadora colombiana fugada de la cárcel en ese país y capturada en Venezuela.
Mientras eso ocurre, la opinión pública británica en el marco de su decadencia extrema está preocupada por las acciones de su excelsa monarquía, uno de cuyos miembros se entretenía con prostitutas de alcurnia que le proveía el proxeneta también de alcurnia Jeffrey Epstein condenado por tráfico y prostitución de menores y convenientemente suicidado en una cárcel de Nueva York.
Otro descendiente de la inútil reina de Inglaterra se cansó de la basura que envuelve a su familia y renunció a formar parte de la realeza. He ahí los hechos más relevantes acaecidos en las últimas semanas en la otrora primera potencia mundial del siglo XIX. ¿No son esos signos claros de decadencia?
En otro ámbito, la putrefacción europea se manifiesta en el abastecimiento continuo de armas al régimen saudí a fin de seguir desarrollando la genocida guerra en Yemen y el apoyo de Francia a la monarquía marroquí, quien ocupa ilegalmente la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) poniendo de manifiesto que cuando priman intereses comerciales, la violación de derechos humanos pasa a un segundo plano o son sencillamente obviadas.
Los países bálticos, Polonia y Ucrania han llegado a tergiversar los hechos, desconociendo por ejemplo que fue el Ejército Rojo soviético el que liberó el campo de concentración de Auschwitz y con ellos a miles de judíos que corrían grave peligro de ser eliminados.
Este resultado se viene a conjugar con el creciente extremismo de derecha que está permeando al Ejército alemán. Según Christof Gramm, jefe del Servicio de Contraespionaje Militar de ese país (MAD), la situación es alarmante toda vez que solo en 2019 se registraron 360 casos nuevos de extremismo entre los militares. Ello manifiesta un problema que no deja de crecer. Todo esto en unas fuerzas armadas que para fines de esta década tendrá un gasto militar que superará al de Rusia. Es como para preocuparse, considerando que este país fue el detonador de las dos grandes guerras del siglo XX.
Al hacer un recuento, queda claramente demostrado que las guerras más bestiales de la historia se desarrollaron en territorio europeo por pueblos bárbaros que después constituyeron el germen de sus nacionalidades y que hasta nuestros días (en la guerra de los Balcanes) hicieron gala de su naturaleza salvaje y genocida.
Todo esto me lleva a preguntar si Europa puede seguir siendo un referente de algo, si puede seguir siendo árbitro neutral de algún conflicto, si puede dictar pautas de comportamiento en el sistema internacional. La respuesta es no. En el mundo de hoy para hablar con Europa basta con ir a Washington. Lo demás es perder el tiempo.