El nuevo pacto sustituye al Tratado de Libre Comercio para América del Norte de 1994, como resultado de las presiones del Gobierno del presidente Donald Trump, quien lo consideraba el peor acuerdo de la historia de su país
Con un enfoque proteccionista, el jefe de la Casa Blanca llegó a mencionar incluso la posibilidad de cancelar la zona de libre comercio, si sus dos socios no accedían a modificarlo entre amenazas de barreras arancelarias.
Nuevas reglas
Las nuevas disposiciones permitirán a Washington exigir condiciones para aceptar las exportaciones mexicanas a su territorio, entre ellas que al menos el 45% de los trabajadores que participan en la fabricación de automóviles ganen al menos 16 dólares diarios para acortar la brecha salarial.
México, que hasta el año pasado ensamblaba anualmente casi cuatro millones de automóviles y camiones, exportaba un 88% al mercado estadounidense.
Con toda razón, este país latinoamericano considera vitales los privilegios arancelarios que le concede el T-MEC para mantener su presencia en el mercado estadounidense.
"Aunado a esto, tenemos el pleito comercial entre EEUU y China, que incrementa las posibilidades para que muchas empresas, incluso asiáticas, se instalen en nuestro territorio", recordó.
Esa disputa de gigantes permitió a México convertirse en el primer socio comercial de la potencia económica en el primer trimestre de 2020, acaparando 15% del comercio mundial estadounidense.
Luces de la nueva realidad
Las exportaciones automotrices "tienen sin duda una relevancia enorme, porque son la puerta de entrada a una pronta recuperación económica de México" tras la pandemia de COVID-19, señaló a Sputnik el director general de la Coordinación de Fomento al Comercio Exterior de Guanajuato, Luis Ernesto Rojas.
Rojas recordó que, recientemente, "la Organización Mundial del Comercio estimó que el único país de todo el mundo que se recuperaría en las exportaciones por encima de la caída que sufrirán por el COVID-19 es México".
Con la entrada en vigor del T-MEC, la industria automotriz mexicana "se verá beneficiada, incluso con el valor de contenido regional que debe cumplirse", lo que hará que empresas globales, por ejemplo chinas, se vean tentadas a establecer aquí sus filiales, añadió Rojas.
Para cumplir el reto de adaptarse a las normas más estrictas en materia de salarios y de normas de origen, el plazo vence en 2023.
Por ejemplo, la región central de El Bajío, donde se encuentra Guanajuato, concentra al menos un 30% de la producción automotriz mexicana.
En ella tienen sede las grandes ensambladoras globales, como la estadounidense General Motors y las japonesas Nissan, Honda y Mazda, pero también unas 150 empresas proveedoras de autopartes.
Salir de la parálisis
La actividad de las fabricantes automotrices en México se paralizó por la contingencia sanitaria, pero el Gobierno les autorizó reiniciar la producción a comienzos de junio, al calificarlas como "industria esencial", con la construcción y la minería.
Pero algunas de ellas, como Volkswagen en Puebla, han aplazado dos semanas el retorno a la nueva normalidad productiva.
Las empresas podrán solicitar entre tanto someterse a un régimen alternativo, gradual
Podrán especificar metas de avance paulatino en el porcentaje de insumos que producen los países del Tratado, y aplicar un crecimiento significativo de los salarios.
A pesar de estas exigentes normas, muchos analistas coinciden en que la industria mexicana mantendrá sus ventajas competitivas, como líder exportador de vehículos hacia el mercado estadounidense.
La industria automotriz representa la cuarta parte de las ventas mexicanas al mundo.
La esperanza está en que vuelvan a encender sus motores las grandes firmas mundiales: las estadounidenses Ford y General Motors, las japonesas Nissan y Honda, las alemanas Volkswagen, Audi, BMW, Mercedes, y la ítalo-estadounidense Fiat Chrysler (FCA), entre muchas otras.