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El circo más antiguo de Perú lucha por mantenerse en medio de una pandemia que no da risa

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LIMA (Sputnik) — José Álvarez es dueño del Circo Tony Perejil. Fundado por su padre homónimo en 1964, gozó de fama en la década de los años 60 y 70 hasta convertirse en el más popular de Perú. Luego vino el deterioro, las horas bajas y, como un golpe que lo está acercando a la muerte, una pandemia que ha reducido la taquilla a cero.

"Estamos en Tarma (pequeño pueblo andino en el departamento de Junín). Acá nos agarró el virus y no hemos podido regresar a Lima. Estuvimos esperando que el Gobierno diga que ya podemos funcionar, pero nada. La carpa la hemos guardado porque se malogra con el clima", dice Álvarez a Sputnik.

Risa de barrio

Con un poco de asombro, el dueño pregunta tres veces qué medio es el que lo está llamando para saber de su circo, y esa curiosidad es fácil de entender: el Tony Perejil tomó fama cuando se volvió una suerte de cantera para artistas cómicos que luego brillaron en la televisión; sin embargo, ahora ese es un recuerdo que viene con dificultad a la memoria de una generación que supo de sus mejores tiempos, pero que, cumpliendo una ley de vida, está desapareciendo.

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Eso lo sabe Álvarez, sabe que el Tony Perejil —nombre artístico de su fundador— nunca fue un circo sofisticado, siempre fue lo que se conoce como un "circo de barrio". Pero sucede que la violencia del tiempo en un país como Perú ha hecho lo suyo con el negocio de la familia: la carpa remendada y hecha con retazos de muchas otras carpas, dice que ya nada es como antes, aunque nadie le quita a su dueño el orgullo de tener el circo más antiguo de Perú, un orgullo que sobrevive a duras penas, pero que es orgullo al fin.

"Yo imaginé un incendio, un terremoto, pero nunca esto", dice Álvarez por la tragedia imprevista de la pandemia que ha puesto en jaque el negocio que lleva 56 años y que heredó de su padre cuando este falleció en 1987.

Ahora está pasándola mal, cuenta, junto con su hermano, también payaso como él, y otro hombre dedicado a los números con animales: un chivo, dos perros y un carnero. "La gente del pueblo (Tarma) nos regala alguna comida de vez en cuando y luego nos estamos apoyando con los ahorros, pero se están acabando", dice.

¿Y solo tres son los integrantes del elenco?, preguntamos. "No, había otros tres más, pero se fueron a Lima luego de que tuvimos que cerrar por el virus, pues". Álvarez habla de una mujer de más de 50 años que hacía contorsiones, de otra que equilibraba objetos con su nariz, conocida como La Mujer Foca, y un payaso más.

Temporada baja

En una buena función, el Tony Perejil lograba sacar de 350 a 400 soles (100 a 114 dólares) con entradas a 3,5 soles (1 dólar) para niños y 5 soles (1,42 dólares) para adultos. Ahora la boletería, una cabina de madera vieja que Álvarez controlaba, está guardada en un terreno cercado, junto con los demás cacharros rudimentarios y los animales, ignorantes de lo que sucede en las cabezas atribuladas de sus compañeros pues, más allá del circo, no saben ni desean dedicarse a otra cosa.

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En Perú, julio es especial, es el mes del aniversario patrio que se celebra el 28, y los circos entran en temporada fuerte dentro una antigua tradición popular. "Este es el mes en que más ganábamos y estamos esperando a ver si el Gobierno nos ayuda y se acuerda de los nosotros, los artistas", dice Álvarez con evidente poca fe en nada.

Con algunos recortes de periódico que dice conservar de aquellos años en los que el Tony Perejil era el circo de las familias peruanas, Álvarez espera que un extraño cambio de suerte vuelva a alzar su carpa y encender los focos de su espectáculo itinerante. "Vamos a ver hasta dónde resistimos", dice calculando que quizá la difícil realidad de un Perú enfermo no dé más para la risa y el Perejil tenga que ver el final de su función de tantos años.

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