Sin embargo, Cortés se valió de la diplomacia y la fuerza para aislar a los mexicas y ganar cada vez más partidarios para su causa. Así, además de los tlaxcaltecas y cempoaltecas, primeros aliados de los españoles, se agregaron más y más pueblos hartos del dominio mexica.
Sobre la primera explicó que, en aquella época, los mexicas eran creyentes de que la llegada de los españoles se predijo a partir de extraños sucesos, como la aparición de una luz en el cielo o incendios en uno o dos de sus templos.
Sin embargo, un elemento clave era la narración sobre un ave capturada en el lago de Texcoco, la cual fue llevada ante Moctezuma. Esa ave tenía un espejo en la cabeza, en el cual el gobernante mexica habría observado el arribo de un ejército con hombres de dos cabezas, el cual tenía como destino Tenochtitlán. Esto asustó a la población, e incluso mermó mentalmente a varios de sus líderes, incluido Moctezuma, quien confiaba ciegamente en este tipo de augurios.
La sed de conquista de las tropas de Cortés, aunada a la pérdida temprana de Moctezuma —quien falleció en junio de 1520 mientras era prisionero de los españoles— pudieron afectar la confianza de las tropas mexicas. Para este pueblo, sus gobernantes (llamados tlatoani) representaban dos aspectos: eran jefes de los ejércitos y también líderes religiosos, lo cual pudo ser un golpe importante al ánimo de los mexicas.
Aunque la creencia popular en México considera que los tlaxcaltecas fueron traidores, Matos Moctezuma recuerda que, en realidad, estos pueblos buscaron terminar con la amenaza y sometimiento por parte de los mexicas. Por esa razón fue que se sumaron a Cortés en su intento por atacar Tenochtitlan.
La causal militar se refiere a las estrategias que Hernán Cortés utilizó para asediar a la capital mexica.
Entre las más conocidas se encuentra el corte de agua potable desde Tenochtitlan hasta Tlatelolco, su aislamiento a través del bloqueo de las calzadas que las comunicaban, así como la construcción de bergantines para bloquear la llegada de provisiones desde el lago de Texcoco. Así, las ciudades mexicas comenzaron a quedarse sin alimentos y agua, un factor que también debilitó su capacidad de respuesta ante los invasores.
Además de la viruela, los mexicas se infectaron con disentería y tifoidea, pues la gran cantidad de muertos provocada por la primera epidemia les impidió en muchos casos enterrar los cuerpos.
Todo esto se dio tras la derrota sufrida por Cortés en la llamada Noche Triste —el 30 de junio de 1520—. Obligados a huir por esa razón, los españoles debieron reagruparse en Tlaxcala. Así, al regresar al año siguiente, se encontraron a un pueblo mermado y debilitado para defender su capital.