En una de las aceras por donde pasaba el hombre, un perro de gran tamaño le empezó a ladrar y tomó una posición de ataque. El hombre fue sorprendido porque solo llevaba un casco en la cabeza, entonces tuvo la idea de realizar unos movimientos de karate para ver si así podía intimidar al perro y evitar ser atacado.
Cuando el perro corría para atacarlo vio estos movimientos y se asustó a tal punto que no pudo frenar sus patas. Se marchó arrepentido hasta que otro perro, de menor tamaño, apareció y empezó a ladrar. El hombre volvió a responder con sus movimientos hasta que hizo retroceder al segundo animal que sin embargo no dejó de ladrar.
Esto le permitió continuar su camino, pero cuando los perros se dieron cuenta de que el hombre no era una amenaza para ellos continuaron ladrando hasta que el hombre se fue.