"Apropiación cultural", la nueva censura

Una nueva ola de censura recorre Occidente bajo el maquillaje del concepto de "apropiación cultural". Obras de teatro, musicales y otras manifestaciones artísticas se ven anuladas por la presión de grupos minoritarios que denuncian incluso a los creadores que pretenden manifestar su homenaje a las culturas "dominadas" por el antiguo colonialismo.
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El cantante español Manu Chao es aclamado en América Latina, de cuya riqueza musical se inspira para la creación de muchos de sus incontables éxitos. En Canadá, Chao y su grupo verían quizá sus conciertos anulados por "apropiación cultural". ¿Tiene cabida en un museo los cuadros pintados por Gauguin en las Islas Marquesas? ¿Las obras de Picasso inspiradas en el arte africano deben ser enviadas al almacén de los museos? La elaboración de la pizza debe ser prohibida más allá de Nápoles.

José-Manuel Thomas Arthur Chao Ortega, vocalista del grupo musical Manu Chao
El nuevo pecado de de las culturas "dominantes" hacia las "dominadas" hace estragos en el norte americano, y en especial, en la provincia francófona canadiense de Quebec. Pero se expande rápidamente en Europa, donde grupos minoritarios y fuerzas políticas carentes de ideas y de militantes han encontrado un nuevo trampolín para demostrar que existen, con la inestimable ayuda de las redes sociales.

EEUU vive una guerra cultural, de clase y racial
El creador teatral canadiense Robert Lepage no es un racista blanco. Tampoco es un simpatizante del trumpismo que reina al otro lado de la frontera. Es un intelectual de izquierda que quiere exponer en sus espectáculos una parte de la historia de su país y del continente americano ignoradas durante siglos por la historia oficial. Lepage intenta dar a conocer mediante su arte el sufrimiento de los pueblos autóctonos y otras minorías marginadas y perseguidas. Pero la nueva policía del pensamiento le acusa del delito de moda.

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Lepage se vio obligado a anular su espectáculo teatral, 'Kanata', sobre la vida de los primeros pobladores de Canadá. Una pieza en colaboración con la reputada compañía francesa, Teatro del Sol, creada en 1964 por Ariane Mnouchkine. La obra fue denunciada por no contar entre su elenco con ningún miembro de la comunidad autóctona del país.

​Para la compañía francesa se trató de "una intimidación inimaginable en un país democrático, ejercida en gran parte en las redes sociales y en nombre de una ideología que el Teatro del Sol no va a calificar, pero que responderá con sus propias herramientas".

"Las afrodescendientes tenemos que escalar desde lo más bajo"
Lepage era también el creador de Slav, "una odisea teatral a través de cantos tradicionales afroamericanos, campos de algodón, construcción del ferrocarril, cantos de esclavos y canciones de prisioneros que datan de 1930". Un homenaje a la música como herramienta de resiliencia y de emancipación", según el comunicado oficial. Slav no vió la luz. De las seis mujeres que componían el coro, 'solo' dos eran negras. El cantante estadounidense Moses Sumney amenazó con retirarse del festival de Jazz de Montreal donde estaba programada si Slav continuaba en cartel.

Para el periodista y autor teatral canadiense Rino Morin Rossignol, "este debate opone a la ultraizquierda bienpensante con acentos de extrema derecha, que pretende lavar con lejía la palabra pública, y a los que rechazan que esta palabra pase por la criba de una ética dudosa que no se funda en el humanismo, sino sobre una ideología política cuyo fin lógico sería el totalitarismo".

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Marcas de moda y muchos cantantes son denunciados por apropiarse de referentes culturales para inspirarse y ganar dinero con ellos. Pero, dejando aparte los plagios y otros robos que no tienen nada que ver en el asunto, ¿se deberían enterrar los álbumes de Johnny Clegg? ¿Nelson Mandela contribuyó a la apropiación cultural cuando apareció en 1999 en un concierto con Clegg cantando la mítica Asimbonanga? ¿Los miembros del grupo Savuka eran en el fondo colaboracionistas del Apartheid?

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Hacer una lectura culpabilizante de la historia, ya sea la occidental o la de cualquier cultura, es absurdo en un mundo donde el mestizaje y el multiculturalismo es para algunos el mejor caldo para la convivencia. Es precisamente en los países donde el multiculturalismo es sacralizado donde el fenómeno de la apropiación cultural tiene más éxito de audiencia.

Algunos líderes, algunos, de los pueblos nativos de Canadá quieren que los antropólogos canadienses o extranjeros dejen de estudiar y escribir libros sobre las comunidades autóctonas. ¿Brasil piensa prohibir a Claude Levy-Strauss en las universidades?

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Aprovechar las oportunidades que brindan las redes sociales es legítimo para cualquier reivindicación. Pero es triste comprobar que la alianza entre grupos no "racializados" (nuevo concepto sin traducción —de momento— al español) y comunidades que se sienten marginadas históricamente no unan sus fuerzas para poner remedio las condiciones de vida de los pueblos nativos en América del Norte. Las condiciones económicas y sociales han perdido fuerza y atractivo ante reivindicaciones que solo sirven de vitrina para ciertos líderes y grupos ávidos de la notoriedad del instante, pero lejos del verdadero sufrimiento de pueblos marginados en el pasado y en el presente.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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