El organismo citó en Asunción a los presidentes de Boca, Daniel Angelici, y de River, Rodolfo D'Onofrio, para tomar una decisión tras la suspensión de la final por los hechos de violencia que tuvieron lugar el 25 de noviembre antes de la celebración del encuentro.
La Conmebol dejó abierta la posibilidad de que el partido no se juegue, de acuerdo a lo que decida el Tribunal de Disciplina en cuanto a la posible descalificación de River, la designación de Boca como campeón, o la decisión de dejar el título desierto.
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La entidad recordó este 27 de noviembre en un comunicado que el art. 35 observa que "en caso de mediar alguna dificultad o imposibilidad para disputar un partido en la sede, fechas y horario estipulados, quedará al exclusivo juicio de la Conmebol adoptar las modificaciones que considere pertinentes".
El equipo médico de la Conmebol revisó a varios jugadores del equipo visitante y constató en algunos "lesiones de piel superficiales en miembro superior, miembro inferior, facial y tronco".
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Otros dos futbolistas "refirieron lesiones en la córnea, lo cual no se pudo confirmar por nuestro cuerpo médico", añadieron los médicos en alusión al capitán de Boca, Pablo Pérez, y a Gonzalo Lamardo.
Es la primera vez que Boca y River se encuentran en la final de la Copa Libertadores de América, el torneo internacional más importante de la región.
Desde el fallecimiento de un simpatizante del equipo de Lanús en 2013, los partidos en Argentina, por seguridad, se juegan sin hinchada visitante en las tribunas.