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Vestigios de Japón en Argentina, una inmigración silenciosa

La colectividad de descendientes nipones en Argentina se calcula que ronda los 50.000 integrantes. Son al menos cuatro generaciones que se establecieron originalmente en comunidades más bien cerradas pero que de a poco se han vuelto más permeables aunque sin perder sus orígenes.
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La gran mayoría de los issei –mote con el que nombran a los japoneses que migran hacia otras tierras– llegaron a Argentina desde la prefectura de Okinawa, un archipiélago de 160 islas en el extremo más sureño de Japón. 

Los pioneros empezaron a emigrar a principios del siglo XX y comenzaron a viajar en mayores números desde los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. En marzo de 1945, las fuerzas aliadas invadieron Okinawa, "la llave del Imperio", donde murieron 200.000 personas. 

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Para muchos se volvió insoportable el establecimiento de 32 bases militares estadounidenses (que aún permanecen) y la posterior destrucción de la infraestructura y de la moral nacional por los bombardeos.

"En los lugares donde instalaron las bases, la gente se empezó a dar cuenta que no iba a mejorar la situación. Las bombas en Hiroshima y Nagasaki fueron posteriores, en agosto de 1945. Mi bisabuela llegó cuando tenía 15 años, en ese año, escapando de la guerra y se casó con otro japonés que ya vivía acá", contó a Sputnik Valentina Higa, administradora en el Centro Nikkei Argentino, especializado en la enseñanza del idioma y la cultura japonesa.

La colectividad Nikkei y su aporte cultural

Nikkei es el nombre con el que se denomina a las personas de ascendencia japonesa. Argentina es el tercer país de Latinoamérica en presencia de la comunidad japonesa después de Brasil y Perú, países donde llegaban los barcos, ya sea que vinieran desde el Océano Pacífico o el Atlántico. En 1908 llega la primera embarcación, el Kasato Maru, al puerto de Santos, San Pablo, y desde allí comenzaron a migrar hacia el sur.

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Los primeros issei en establecerse en la ciudad de Buenos Aires se dedicaron a empleos portuarios como estibadores, al servicio doméstico y diferentes comercios pero sobre todo en el lavado en seco: abundan todavía las tintorerías japonesas en las que se pueden ver dos o tres generaciones dedicadas al oficio.

También se instalaron en algunos barrios de la zona sur del conurbano bonaerense, más dedicados a la horticultura, la floricultura y el paisajismo, disciplinas muy desarrolladas en Japón. En 1967, a raíz de la visita del príncipe heredero Akihito y la princesa Michiko, primeros integrantes de la familia imperial en venir al país, se construyó el Jardín Japonés en el barrio porteño de Palermo con el aporte de la colectividad. 

En Argentina también se realizaron convenios bilaterales de inmigración planificada, principalmente entre las décadas de 1950 y 1970, incentivados por el trabajo en agricultura. Existen importantes colonias japonesas en el interior del país, entre las que destacan Oberá en la provincia de Misiones, Real del Padre en Mendoza y la Colonia Urquiza en la ciudad bonaerense de La Plata.

"Todos los que se bajaban del barco sabían que iba a ser un gran choque cultural. Seguís viendo entre los pocos que quedan de más de 80 años que muchos nunca aprendieron el castellano y solo se comunican con la familia. Mi generación, cuarta, ya somos argentinos como cualquiera, solo nos queda la cara de japoneses no más", dijo Valentina.

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