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27 kilos de heces por alpinista recibe el Everest: ¿por qué es tan grave?

Más de dos meses toma llegar a la cima del Monte Everest y es mucha la materia fecal que los alpinistas vienen dejando en el camino a lo largo de las últimas décadas. Pero satisfacer las necesidades fisiológicas del cuerpo ha hecho que el sueño de escalar la cima del mundo se convierta en un verdadero problema ecológico.
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Cada año unas 1.200 personas pagan los permisos para escalar el Monte Everest en la Cordillera del Himalaya entre China y Nepal. Considerada la montaña más alta del mundo, con 8.800 metros de altura, su cima recibe alpinistas de todas las nacionalidades que dejan kilogramos de residuos en el camino.

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Pero no solo los residuos impactan en esa desafiante dádiva de la naturaleza. También son perjudiciales las heces y orina que los escaladores dejan a su paso. En los cerca de dos meses que lleva escalar el Monte Everest, un alpinista promedio produce unos 27 kilos de excremento, según publicó The Washington Post.

Durante la temporada de escalada, que comienza a finales de marzo y termina en mayo, se acumulan hasta 12.020 kilogramos de excremento humano. Desde 2015, las autoridades de Tíbet reparten a cada escalador dos bolsas con capacidad para ocho kilos de basura, pero no todos cumplen con este requisito y terminan pagando multas. 

La mayoría de estas bolsas son llevadas por los sherpas (nativos de la etnia Sherpa que trabajan en la zona) a pozos de tierra cerca del lago helado Gorak Shep, a más de 5.000 metros de altura. Pero de acuerdo con un comunicado de Grinnell College, ese espacio se está agotando y las bacterias coliformes fecales también amenazan la cuenca del glaciar Khumbu.

Además, la Asociación de Montañismo de Nepal ha alertado en varias ocasiones sobre las grandes cantidades de excrementos humanos que se congelan y no se descomponen sobre las laderas del Everest. La preocupación está en la contaminación y en el riesgo sanitario que puede provocar toda esta materia fecal congelada.

La mala gestión de estos excrementos, puede ocasionar no solo problemas sanitarios sino también contaminación de las aguas al pie de la montaña que son utilizadas por los lugareños y los mismos alpinistas cuando necesitan beber agua o asearse.

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¿Hay solución? 

Desde hace más de un año, el ingeniero estadounidense Garry Porter construyó un digestor de biogás en aras de buscar una solución al problema. El aparato convierte los excrementos de los alpinistas en fertilizantes y metano, un biogás renovable que puede usarse para cocinar alimentos y para fornecer electricidad.

Sin embargo, el invento de Porter no funciona cuando las temperaturas son muy bajas, lo que ralentiza el proceso de conversión. Desde entonces, el ingeniero ha formado un equipo con el que trabaja en una forma de lograr este objetivo.

Por lo pronto, el Everest sigue sufriendo los efectos de la acción humana condicionada por un sueño que conlleva además de peligro, grandes riesgos medioambientales.

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