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Moscú recibe a los indígenas wayuus en la pantalla grande

En 2019 dos películas colombianas han participado en importantes festivales de cine de Rusia. Curiosamente, los protagonistas de ambos trabajos cinematográficos son los indígenas de la etnia wayuu, que habitan en el norte de Colombia.
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El exitoso largometraje Pájaros de Verano, de Ciro Guerra, fue mostrado fuera de concurso durante el Festival Internacional de Cine de Moscú, cautivando al público que se acercó a las salas de cine de la capital rusa.

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Por otro lado, el documental Lapü, de los directores colombianos Juan Pablo Polanco y César Alejandro Jaimes, participó en el concurso principal del Festival Internacional de Cine Documental Doker, siendo galardonado con una Mención de Honor por parte del jurado.

Sputnik tuvo la oportunidad de hablar con los directores acerca de este largometraje, centrado en el ritual del segundo entierro, uno de los más llamativos de la cultura wayuu.

El título del documental es una palabra del idioma wayuu que se traduce como sueño. Sin embargo —explican los directores­—, para los wayuus los sueños son el lugar en el que habitan los muertos y están estrechamente relacionados con la entidad que es capaz de quitar o dar la vida. Lograr abarcar el amplio sentido del concepto lapü fue uno de los objetivos de los creadores. 

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La protagonista de Lapü es Doris, una joven wayuu que ha visto en sueños a su prima fallecida. Para ella, esta visión es un mensaje claro: es necesario desenterrar los restos de su prima y realizar el ritual de exhumación del cuerpo. Pero esta decisión no puede ser tomada sin que la comunidad sea consultada y apruebe la conveniencia del segundo entierro

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La película muestra ese proceso, que empieza con los sueños de Doris y pasa por el diálogo con la comunidad hasta llegar al ritual de exhumación y entierro. Uno de los aspectos más interesantes de Lapü es que permite al espectador ver aquellos momentos que existen más allá de la realidad tangible. El sueño es uno de los elementos que el equipo de grabación, formado por la comunidad indígena y los directores, logró plasmar en la imagen.   

"En muchas de las personas wayuus que conocimos durante el proceso de esta película, ese velo que distingue entre vivos y muertos está en constante movimiento. No es posible determinarlo fijamente. Esos dos lados del velo están en constante comunicación y coexisten en un estado de realidad que es el sueño", revelaron los directores.

Con el fin de materializar en la pantalla los sueños de Doris, los directores le pidieron que recordara las conversaciones que había mantenido con su prima en sueños. A su vez, pidieron a Carmen —la hermana de Doris— que imaginara cuáles podrían haber sido las respuestas de su prima.

"A partir de ahí se fue desarrollando el trabajo que hicimos con Doris y Carmen, un proceso de recordar e imaginar que a la larga son lo mismo. Los diálogos fueron pura improvisación de Carmen y Doris bajo las pautas que nosotros como directores les dimos", explican Juan Pablo y César.

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La película fue filmada en el idioma de los indígenas wayuu. Por lo cual el equipo de directores, al no conocer el idioma, inventó su propio método de filmación, basado no en la lógica de las palabras, sino en la observación de las acciones, los gestos y los sonidos.

"Cuando asistimos por primera vez a un ritual fúnebre distinto a nuestra forma católica de enterrar a los muertos tuvimos una experiencia basada en el sentir y crear a partir de lo que estaba sucediendo. No había nadie que estuviera haciéndonos una narración explicativa del ritual. (…) Algo similar ocurre en la película", concluyen los directores.

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