Durante las maniobras, la Alianza Atlántica explotó un total de 42 minas, 39 de las cuales yacían en la reserva natural de Fehmarn Belt, en la parte occidental del mar Báltico. Las explosiones dejaron cráteres de 15 metros de ancho y 1,5 metros en la profundidad y aniquilaron la mayor parte de los habitantes marinos en un radio de entre 10 y 30 metros.
Pasadas dos semanas tras las maniobras, los cadáveres de los cetáceos empezaron a subir a la superficie de su hábitat. El área del estrecho donde se llevaron a cabo las maniobras está estrictamente protegida por ecólogos, pero la OTAN no coordinó sus actividades con ellos para ahorrar recursos, informó la Unión de Conservación de Naturaleza y Biodiversidad (NABU, por sus siglas en alemán).
El jefe de la NABU, Leif Miller, declaró que actualmente existen tecnologías que permiten neutralizar eficazmente las minas sin causar daño al medio ambiente.
Este no es el único caso en el que los militares de la OTAN se involucran en escándalos ecológicos. El Consejo de Defensa de Recursos Naturales de EEUU ha enfrentado durante años en tribunales a la Flota estadounidense por el uso de radares acústicos submarinos que, según los científicos, provocan una muerte dolorosa en las ballenas. El Servicio Nacional de Pesca Marina de EEUU aprobó el uso de estos aparatos en 2012. Cuatro años más tarde, un juzgado de California decretó que tales prácticas violan la Ley de Protección de Mamíferos Marinos.