La victoria en la batalla de Moscú disipó el mito de la invencibilidad del Ejército alemán, contribuyó al auge del movimiento de resistencia y fortaleció la coalición anti-Hitler. Después de la derrota en Stalingrado, Alemania pasó de una guerra ofensiva a una defensiva. En la batalla de Kursk, las tropas soviéticas finalmente socavaron el espíritu de lucha del Ejército de Hitler, y la batalla del Dniéper abrió el camino a la liberación de Europa.