España está abordando la paulatina desescalada de las medidas de confinamiento de modo desigual. No todos los territorios han podido pasar a la siguiente fase, la fase 1. Madrid, donde se hace difícil preservar las normas, es uno de ellos.
Las redes sociales se llenaron de vídeos y comentarios sobre la protesta, pues fue jaleada desde los balcones por otras personas. La queja más extendida radica en que el estado de alarma no puede socavar su derecho a la libertad de expresión. Otros barrios, como Pinar de Chamartín, también han sido escenario de manifestaciones espontáneas al albur del horario establecido para los paseos y práctica deportiva. Varias caceroladas convocadas a través de las redes sociales se han sucedido en las últimas semanas para criticar la acción del Gobierno central.
Insumisión y devoción
El ambiente de crispación política y social en España que el estado de alarma ha terminado por amplificar, es evidente. En un contexto donde las distintas fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado han puesto más de 750.000 multas en todo el país por diversos incumplimientos de las restricciones establecidas durante el periodo de confinamiento, resulta difícil desligar dónde acaba la insumisión y dónde empieza la protesta.
Más protestas en camino
La duración del estado de alarma y sus sucesivas prórrogas está afectando a la paciencia de algunas personas, no digamos cuando los diversos territorios del país pugnan con el Gobierno central por recibir el visto bueno de las autoridades sanitarias para pasar a la fase 1 de la desescalada, que auspicia unas normas más relajadas. En Madrid, el gran foco de la pandemia en España, la brega en este sentido atiende a una dicotomía sanitaria y política imposible de disociar. Más aún cuando el poder regional es de distinto matiz político que el central.