"Estamos teniendo cientos de muertes por día; si existe una posibilidad de disminuir ese número con la cloroquina, ¿por qué no usarla?", se preguntó el presidente, en declaraciones a la prensa recogidas por el portal de noticias local G1.
Bolsonaro admitió que la sustancia puede ser un placebo pero que no le gustaría que más adelante se dijera que si se hubiera usado la cloroquina "se habrían salvado millones de personas".
El ministro de Salud, por su parte, publicó el 12 de mayo en su cuenta de la red social Twitter un aviso: "Una alerta importante: la cloroquina es un medicamento con efectos colaterales", y remarcó que el paciente debe entender los riesgos y firmar un término de consentimiento antes de iniciar su uso, si es que el médico lo autoriza.
El exministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, destituido por Bolsonaro, también pedía prudencia sobre el posible uso de la cloroquina contra el COVID-19, además de defender las medidas de aislamiento social, lo que precipitó su salida del Gobierno.
Ahora, los roces con el nuevo ministro también empiezan a aparecer; además de las diferencias respecto a la cloroquina, Bolsonaro firmó esta semana un decreto definiendo a gimansios y centros de belleza como actividades esenciales que pueden abrir durante la pandemia.
El ministro de Salud se enteró de la decisión presidencial a través de los periodistas, durante una rueda de prensa, lo que generó una situación bastante incómoda.