España

El interior se hizo calle: imágenes de un encierro obligado en Barcelona

Cuando se decretó el Estado de Alarma, a mediados del pasado mes de marzo, Mónica Figueras tenía reciente un viaje por Chile. Había captado su luz y su inmensidad. Las circunstancias al volver la obligaron a quedarse en casa. Con otras dos amigas, ha utilizado estas restricciones de movimiento para seguir experimentando en su propio edificio.
Lea en Sputnik

Dice ser "muy de disparar en exteriores". Y es cierto: la obra que atesora a sus 32 años presume de aire libre y abunda el mar. Pero Mónica Figueras, como el resto del país y casi del mundo, ha tenido que reducir esos paisajes abiertos y quedarse en casa desde hace dos meses. Este tiempo de confinamiento obligado —debido a la pandemia de coronavirus— le ha llevado por otros colores, por otras composiciones. "Si no podía sacar fotos de fuera, pues aprovechaba lo que había", resume.

La coyuntura requería un cambio. Junto a sus amigas Martina y Tai, de edades próximas, Higueras ha ido conformando un álbum familiar único durante el encierro. En el alojamiento que comparte en Poble Nou, un barrio de Barcelona, han improvisado instantáneas de tonos fluorescentes o vintage que desprenden poesía. Se pintan el cuerpo, proyectan frases o se asoman a la ventana.

"Era trasladar una forma de hacer, un estilo, con las oportunidades que teníamos", analiza la fotógrafa.

Ese estilo viene desde hace años. Es una mezcla de composiciones oníricas, fábulas urbanas y poesía visual. En realidad, Figueras estudió diseño gráfico, pero poco a poco se metió en la fotografía. Lo que empezó como una afición se transformó al rato en un medio de subsistencia. Llegaron encargos de marcas o revistas, compras particulares y campañas publicitarias como la que iba a hacer en Los Ángeles estos días y han tenido que cancelar.

"Fotografiando me sentía cómoda y aposté por ello", esgrime. Incluso en estos días de desierto laboral, tenía ganas de desenfundar la cámara. "Estoy editando trabajos antiguos o con esto", apunta Figueras, criada en el pueblo pesquero de Palamós, a unos 115 kilómetros de Barcelona. Con "esto" se refiere al proyecto personal de la cuarentena. A este trabajo sin jefes ni presiones que está disfrutando por, precisamente, esa libertad.

"Está genial, porque cuando vemos algo o nos apetece, pensamos en qué hacer y listo", argumenta, defendiendo que también les sirve como un bálsamo: "A veces estamos más cansadas o hartas y nos anima".

Surgen las fotografías como algo espontáneo, fresco, que bien puede ubicarse en la penumbra del interior o en la azotea. Para complementarlas, Figueras compró dos piscinas hinchables, que aparecen en algunas de estas imágenes. De momento, el objetivo no es más que subirlas a su cuenta de Instagram, donde suma 52.700 seguidores. Aunque ha escuchado alguna propuesta de trabajo gracias a esta red social. "Es la forma de hacerse visible, con sus pros y sus contras", defiende.

Y más ahora, en este paréntesis de incertidumbre que se cierne sobre esta disciplina artística. "Parece que está todo en el aire, pero yo no me planteo otra cosa. Soy muy positiva y hay que intentarlo", defiende Figueras, que cuando pudo ver el mar en la franja horaria destinada al ejercicio, se puso a llorar. Entonces no pudo fotografiarlo, pero pronto volverá a esos colores que ha conseguido rescatar en un peculiar mundo interior.

Discutir