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El Dorado, una ciudad toda de oro: las verdades de la leyenda

Una ciudad hecha completamente de oro. Calles, casas, los vestidos de sus habitantes, y cada uno de los más mínimos detalles, fabricados en un metal que abundaba en aquel sitio de ensueño. La leyenda de El Dorado obsesionaba entonces a los conquistadores europeos que acababan de llegar a territorio americano. ¿Cómo surgió el mito?
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La llegada del navegante español Cristóbal Colón en 1492 marcó el final de una época y el principio de siglos de esclavización del continente americano. El afán de los europeos de descubrimiento y conquista, los llevaron a la destrucción de buena parte de las civilizaciones nativas americanas.

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En 1532, Francisco Pizarro arribó al hoy territorio de Perú para imponerse al Imperio Inca, que llevaba viviendo en la costa oeste sudamericana desde hacía tres siglos. Pizarro se convirtió en el Gobernador de Nueva Castilla en 1529, una de las primeras colonias americanas del Imperio Español. Fue allí que comenzó a gestarse la leyenda de El Dorado.

En Nueva Castilla corría el rumor de que, bastante más hacia el norte, había una ciudad increíblemente rica, hecha de oro, en la que vivían nativos americanos. En una ceremonia real, el nuevo jefe de la ciudad era cubierto de polvo de oro, y luego navegaba en una balsa junto a cuatro sacerdotes, con coronas y adornos de oro, sobre una laguna. 

Una vez allí, cientos de piedras preciosas y objetos de oro eran arrojados al agua, mientras los habitantes del lugar cantaban y celebraban al nuevo mandatario desde la orilla. 

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Los conquistadores buscaron durante siglos aquella ciudad dorada, y cientos de hombres perdieron la vida en las largas expediciones que emprendían para intentar hallarla sin éxito. Debió pasar mucho tiempo para que se supiera dónde había nacido la leyenda. Sin embargo, los españoles habían llegado allí en 1537.

La civilización de El Dorado existía y se llamaba Muisca. Habitaban el territorio de lo que luego se convirtió en Nuevo Reino de Granada —hoy Venezuela, Ecuador y Colombia—, más precisamente a unos 75 kilómetros al noreste, en los alrededores de la laguna de Guatavita.

El Dorado, una ciudad toda de oro: las verdades de la leyenda

Precisamente en esa laguna se realizaba el rito sagrado de los muiscas para investir al nuevo zipa, el cacique del pueblo, desde su origen en el siglo VII. Aunque su ciudad no estaba hecha de oro, el metal ocupaba un lugar importante en la cultura muisca. 

Solía utilizarse la tumbaga, una aleación de oro, plata y cobre, con la que elaboraban esculturas y diversos objetos. Los muiscas les otorgaban a estos metales un valor espiritual, relacionado directamente con las deidades de su sistema de creencias y simbolizaban la armonía dentro de su sociedad. 

El Dorado, una ciudad toda de oro: las verdades de la leyenda

Una de las piezas más importantes de la cultura muisca que lograron conservarse representa a la Balsa Muisca, embarcación en la que se realizaba el rito de asunción de cada zipa.  

Actualmente, la pieza se encuentra resguardada en el Museo del Oro de Bogotá y es considerada un símbolo identitario de Colombia.​

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