Marta vive en Gorliz junto a su familia y surfea desde los 12 años. Siempre le ha gustado el mar. A sus hijos Hodei (14 años) y Mara (8 años) y a su marido Aketza también. Durante el confinamiento "después de haber limpiado la casa 300 veces" vio en un cajón unas bolitas para hacer collares, uno de sus hobbies preferidos cuando tiene tiempo libre y decidió apartar un rato de las pantallas a sus pequeños.
Se reunieron todos en una mesa y empezaron a fabricar todo tipo de accesorios. "El chico los hacía con calaveras y la pequeña con piececitas de colores mientras Aketza, hacía agujeros a las conchas con un pequeño taladro" narra a Sputnik Marta. Aketza sufre una pequeña invalidez que no le permite realizar ciertos movimientos así que él era el encargado de agujerear las conchitas para posteriormente meter el hilo además de fabricar sus propios colgadores de madera. "Al día siguiente nos pedía el cuerpo volver a sentarnos y comenzamos a todos manos a la obra", explica Marta.
Al ver que se acumulaban en su escritorio empezó a colgar fotografías en Instagram y a venderlos a sus allegados. Con ayuda de su amiga Carmen, más conocida como @trimadredeprincesas, que cuenta con casi 200.000 seguidores en instagram, consiguió aumentar su audiencia. "En una tarde pasé de 300 seguidores a 800, yo no me lo podía creer", exclama Marta.
De ahí salió el primer mogollón de pedidos y lo que se convirtió en un hobby acabó convirtiéndose en un negocio. "Aunque sigue siendo un hobby, ya tengo que meter más horas para llegar a todos los pedidos", asegura Marta. Y es que esta madre de familia, que trabaja como comercial vendiendo ropa de surf, es la creadora de su segundo empleo. Se trata de la marca de bisutería Pleamarta, una iniciativa surgida durante el confinamiento que entremezcla los términos de pleamar, cuando el agua alcanza su nivel más alto, con su nombre, Marta.
La marca está ambientada en el océano y para la fabricación de los enseres se evita la utilización de los plásticos para que todo sea lo más natural y sostenible posible. "El hilo es un trenzado de pesca y las cuentas son de cristal seco y conchas", asegura su creadora, que ya cuenta con más de 5.000 seguidores en las redes. Las conchas de los collares fueron escogidas minuciosamente en cada uno de los viajes que la familia realizaba para practicar surf,"solo cogía las que tenían algo especial", añade, "las más bonitas y las que estaban pulidas", así que al ponerse uno de sus collares estará poniéndose un trocito de Francia, Panamá, Menorca u otros países.
A día de hoy, sus productos solo se pueden comprar por Instagram aunque tienen en mente crear su propia página web cuando sus otros trabajos le dejen "tiempo para ello". Desde la consolidación de la marca, han llegado a tallar alrededor de 800 conchas para venderlas tanto a la península como a países como Costa Rica, Suecia, Italia y Francia.
La idea es seguir creciendo: "De cara al invierno queremos meter más elementos de metal como colas de ballena y cambiar los colores para adaptarlos al invierno", explica Marta, quien a pesar de saber que el verano ya está llegando a su fin, quiere "continuar con la línea playera como esencia de la marca".