"Y esto con Francia no es extraño. Azaña era europeísta, francófilo y aliadófilo, conocía bien la III República francesa e incluso el presidente francés, Édouard Herriot, visitó oficialmente España a finales de 1932. Desde su exilio francés, Azaña envió su dimisión de la presidencia de la República, y allí murió", añade Egido.
"Azaña tenía voluntad de consenso y sabía cómo trabajar para lograrlo desde la ley y a través de la ley. Por ejemplo, se le ha acusado de ser anticlerical, pero en realidad lo que pretendió fue la separación institucional de la Iglesia y el Estado", explica la doctora en Historia, "en su último discurso, pronunciado en el Ayuntamiento de Barcelona el 18 de julio de 1938, que concluye con las míticas palabras 'paz, piedad y perdón', dejó patente su aspiración a la reconciliación entre los españoles".