Este sometimiento de un poder frente a otro, y cuyo punto más crítico lo tuvo en la destitución de Vizcarra por parte del Congreso en noviembre pasado, fue consecuencia de dos factores: un Ejecutivo carente de una bancada oficialista que lo represente y defienda, y la propia fragmentación del Legislativo en muchas pequeñas bancadas (9 en total) cuya dispersión fomentó el caos de ideas para la gobernanza, generando a su vez una honda inestabilidad política.
Este escenario resistido por los peruanos tiene, sin embargo, muy altas probabilidades de repetirse tras las elecciones generales del 11 de abril.
Presidente débil
En Perú, un partido requiere superar el 5% de los votos válidos para obtener representación en el Legislativo; a mayor porcentaje, más curules obtiene una agrupación dentro de un parlamento unicameral y de 130 representantes.
Hay cinco partidos de derecha con posibilidades de tener una bancada: Fuerza Popular, Avanza País, Victoria Nacional, Renovación Popular y Alianza Para el Progreso.
Asimismo, hay cinco de centro derecha con opciones de entrar: Acción Popular, Somos Perú, Partido Morado, Podemos Perú y el Frente Popular Agrícola del Perú; mientras que sólo dos agrupaciones de izquierda tendrían bancadas: Juntos por el Perú y Perú Libre.
Por otro lado, actualmente son 6, de un total de 18 candidatos a la presidencia, los que tienen chances de pasar a una segunda vuelta.
Alianzas para gobernar
Este escenario se pudo haber evitado cuando en 2019 el Ejecutivo presentó al Congreso un proyecto de ley para que las elecciones congresales se celebrasen en paralelo a la segunda vuelta presidencial, de manera que la ciudadanía, sabiendo qué candidatos tienen posibilidades ciertas de asumir el Ejecutivo, podrían elegir a los congresistas bajo un criterio que busque un balance de representación que tenga en cuenta la necesidad de tener un jefe de Estado con respaldo fuerte en el parlamento.
Sin embargo, esta iniciativa fue desestimada por el Legislativo, dando lugar al panorama electoral actual que amenaza con perpetuar el enfrentamiento de poderes que tanto castigó al país durante la crisis sanitaria y económica más grave de su historia republicana, provocada por la pandemia del COVID-19.
En ese sentido, restaría que el partido que gane la presidencia tenga buena muñeca para establecer alianzas políticas que le permitan gobernar con estabilidad, así como también la oposición se organice bajo objetivos de gobierno claros, evitando el caos natural que trae tener tantos intereses disímiles confluyendo en un solo parlamento.