España

Décimo aniversario del 15-M en España, el grito colectivo que inundó las plazas de indignados

El movimiento ciudadano que clamó contra la clase política en distintos puntos del mapa conmemora esta fecha en medio de una pandemia, con unas elecciones recientes y con una red afianzada de grupos sociales.
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Vicente Verdú coincidía con su homólogo polaco Zygmunt Bauman a la hora de calificar al Movimiento 15-M. El sociólogo lo definía como algo "emocional", sin líderes y con una línea transversal de pensamiento. Bajo esos parámetros, a grandes rasgos, miles de personas se juntaron en las plazas de diferentes ciudades españolas hace 10 años. Protestaban contra los gobernantes y contra los poderes fácticos. Entes que, ante un paro por las nubes, una mochila llena de impagos o la previsión de una generación perdida, no solo esquivaban su responsabilidad sino que acusaban al resto de "vivir por encima de sus posibilidades".
"No nos representan" fue el grito de guerra más coreado. Jóvenes, adultos y hasta los yayos acudieron a esa llamada de indignación. Comenzó en la Puerta del Sol de Madrid un 15 de mayo. La protesta de varios colectivos se sofocó a la fuerza y el efecto rebote llegó en forma de acampada multitudinaria. Este kilómetro cero de España se convirtió en una manifestación permanente. Y en una urbe con dependencias cubiertas por toldos, como un zoco oriental. "No hay pan para tanto chorizo" o "nuestros sueños no caben en vuestras urnas" pasaron a engrosar el refranero nacional y a ser la alternativa poética de unas cifras de susto.
Placa en la Puerta del Sol de Madrid instalada en conmemoración al Movimiento 15-M
El país arrastraba el desplome del ladrillo. La crisis de 2008, que se inició con las hipotecas subprime y se propagó hasta pinchar esa burbuja inmobiliaria que llevaba una década hinchándose, cada vez hacía más estragos. El paro crecía por encima del 20% (en 2011 fue del 22,6% de media anual) y la juventud se veía "sin casa, sin curro, sin pensión" y "sin miedo". Ese aviso, de hecho, fue el prólogo: a lo largo del primer trimestre del año se sucedieron protestas de aquellos que, como escribía Ramón Muñoz en el libro España, destino tercer mundo, iban a vivir "mejor que sus abuelos, pero peor que sus padres".
Hasta esa secuencia confusa de mayo en la que unos pocos activistas, reunidos en organizaciones como Democracia Real Ya o Juventud sin Futuro, se plantaron en la Puerta del Sol e intentaron pernoctar para endurecer su mensaje. La negativa de las autoridades hizo que volvieran al día siguiente. Hubo un poco más de apoyo y se dio a conocer ese acto de represión que acarreó un efecto bumerán: en las jornadas sucesivas se había multiplicado la asistencia y ya era imposible controlar a quienes decidían dormir entre cartones o tiendas de campaña.
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Un mero acto de rebeldía que terminó prendiendo una llama de creatividad y activismo. El lugar ya era un poblado con comités y asambleas casi ininterrumpidas. Las ondulaciones al aire con las manos como afirmación o aplauso silencioso dieron un ambiente de compromiso y jolgorio. Las pancartas se instalaron en las marquesinas, los anuncios publicitarios o los andenes de metro. "Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir", decía uno. "Me gustas, democracia, pero estás como ausente", cavilaba otro, en homenaje al poeta Pablo Neruda.
Madrid era un hervidero y emanaba sucursales en Barcelona, Valencia y las principales plazas de la geografía nacional. Incluso en el extranjero, entre esos expatriados que aclaraban su viaje con este lema: "No nos vamos, nos echan". Pero poco a poco se fue diseminando. Del centro pasó a las periferias. De los barrios, con asambleas más domésticas, a las marchas indignadas. El aniversario de 2012 fue un déjà vu fugaz y latiente. Pero, a medida que perdía fuelle y la economía ahogaba, se trasladó a mareas de colores que defendían la educación o la sanidad: el Partido Popular se había instalado en la Moncloa con mayoría absoluta y los recortes que dictaba la famosa austeridad esquilmaban los servicios públicos.
Perdidas la esperanza y los contratos estables, la gente volvió a su parcela de actuación. A buscarse la vida, a protestar con su gremio o a salir de un estado que rescataba bancos, dejaba sin pagar a proveedores y vendía inmuebles enteros a fondos buitre. Los que repetían eso de “no somos antisistema, el sistema es antinosotros” tenían razón: ni negociaciones en las expulsiones de viviendas, ni reformas laborales ventajosas para el empleado ni logros en materia de libertad de expresión.
Llega, no obstante, un hálito de esperanza. En 2014, un grupo político llamado Podemos alcanza el parlamento europeo con cinco eurodiputados. Su estructura en círculos y las embestidas verbales contra "la casta" devuelven la ilusión a parte de la ciudadanía, que les señala como primera fuerza de intención de voto. El devenir cabalga entre nuevas elecciones, subidas y bajadas de escaños, abandonos y, resumiendo, un batacazo el pasado 4 de mayo: con varias facciones divididas, algunos cargos en el Gobierno y una estructura ya dentro de los márgenes institucionales, el líder de la formación, Pablo Iglesias, dimite.
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Y entonces, a pocos días del décimo aniversario, surgen nuevas incógnitas. ¿Quién se hará cargo del partido? ¿Ha supuesto un cambio en el panorama político español? ¿Es el resultado en la Comunidad de Madrid un aviso del retorno al bipartidismo? La retrospectiva del 15-M se nutre de estos y algunos más. Sobre todo, una cuestión principal: ¿Qué fue y cómo ha envejecido? Algunos de los participantes más visibles, como Rita Maestre o Pablo Padilla, miembros actuales de Más Madrid, han declinado a Sputnik hacer más declaraciones.
Alegan que hay más gente que todavía no ha dicho nada y también lo conoce. El filósofo Ernesto Castro, que acaba de publicar Memorias y libelos del 15M en la editorial Arpa, también prefiere no aparecer. En el volumen cuenta anécdotas en primera persona sobre aquellos momentos y afirma que "ninguna obra puede agotar el tema de los indignados, igual que ninguna voz puede monopolizar una asamblea. Tiene que ser el conjunto de obras y voces lo que recomponga el rostro proteico y contradictorio del 15-M".
Daniel Bernabé, periodista y autor del libro La distancia del presente (Akal), escribe que "las expresiones de protesta no son hijas del instante en que se dan, sino de su época inmediata anterior" y que "en este sentido, el 15-M pudo ser el inicio de muchas cosas, pero sobre todo fue la cúspide de una década, la de los despreocupados diez primeros años de siglo". "Si algo se dirimió aquellos días fue la transformación de los modos de la protesta, un ajuste de cuentas con lo existente, desde las estructuras políticas, a izquierda y derecha, hasta las formas de representación de la institucionalidad", arguye.

"Hablar del 15M cuando aquel suceso tiene una placa conmemorativa en la Puerta del Sol es algo parecido a intentar contar los inicios de una religión a sus primeros fieles: una tarea inútil. Quien es parte del credo, por convicción o interés, ya ha asentado en su imaginario la mitología, quien es hostil a la nueva creencia, lo mismo", añade Bernabé.

Tiene, cierto, una placa en la Puerta del Sol en la que se lee "Dormíamos, despertamos", como imprimieron tantos participantes en la acampada. La inauguró Manuela Carmena, anterior alcaldesa de la ciudad, como gesto a esa agitación social "espontánea", tal y como la define Julia Ramírez-Blanco. La profesora en el Departamento de Historia del Arte en la Universidad de Barcelona acaba de publicar el ensayo 15-M: El tiempo de las plazas y ve complejo resumir en pocas palabras el movimiento: "Puede ser una noche o una historia".
Cartel en la Puerta del Sol de Madrid durante las protestas de los indignados, en 2011
"Surge de improviso, pero tiene algo de tradición con la Primavera Árabe, que se traslada a occidente y salta a Nueva York con el Occupy Wall Street", explica a Sputnik. Para Ramírez-Blanco, su legado impregna desde el lenguaje hasta el Congreso. "Se renovó la clase política, se universalizó el activismo y se enfrentó la crisis de otra forma", justifica, aclarando que "se le pide demasiado" al 15-M y que se ha creado un discurso binario de sacralización o repudia.

"La emociones pasaron de ser individuales a colectivas. Y era tan trasversal que no se concretaba nada, pero era maravilloso que concentrara a tanta gente", concede Ramírez-Blanco.

La palabra que más se suele repetir es la de "espíritu”. Diez años después, del 15-M queda su halo. También algunos hechos: "Sin el 15-M no habría habido el 8-M de 2018 (la multitudinaria celebración del Día de la Mujer)", coinciden Jarri y Juanfran, que son parte de otra consecuencia física de aquel episodio: Ágora Sol Radio. Los dos empezaron en la acampada, ayudando en la cocina o en las tareas de comunicación con esta estación independiente.
Ahora, con 42 y 45 años, mantienen la emisora en un local autogestionado de Madrid. La parrilla se llena de debates, humor o entrevistas. Y ellos, compaginándola con otros trabajos de asalariados, creen que el 15-M fue "la chispa". "Era cínico y me dio la ilusión", confiesa Juanfran, que detalla cómo los movimientos sociales habían decaído tras los noventa y volvieron a alumbrase en Sol. "Me reenganché. Y mucha gente empezó ahí", apunta, ratificando que sin ese peldaño no se habrían desarrollado plataformas como la de 15-M Pa Rato, que impulsó la denuncia por las acciones preferentes de Bankia y las famosas Tarjetas Black.
"Me cambió, literalmente, la vida", sostiene Jarri, al que echaron después de un trabajo, de un piso de protección oficial y rompió una relación sentimental. "En un año estuve buscándome la vida y desde entonces sé que me la puedo ganar sin un contrato. Y no me importa exigir más derechos o dar mi punto de vista", cavila frente a uno de los micrófonos del estudio en conversación con Sputnik. Ambos ven que su terreno de acción transita por otro canal diferente al oficial y recelan de los partidos que quisieron apropiarse de la herencia.
Juanfran y Jarri, participantes del 15-M y miembros de Ágora Sol Radio
Los grupos asamblearios, creen Jarri y Juanfran, están en otro nivel. Señalan y despiertan conciencia. Los partidos se internan en una maquinaria que excluye a estas agrupaciones. "Se ha visto con la pandemia, que quienes han tomado el mando de los servicios sociales han sido colectivos de barrio, que han creado apoyos legales o bancos de alimentos", sentencian.
Jon Aguirre, uno de los portavoces de Democracia Real Ya, ve muy complicado referirse al 15-M como solo un acontecimiento. "Integra más cosas: momento histórico, teoría política, filosofía y también movimiento. Incluso un espíritu ciudadano de hacer nuestro mundo algo mejor", expresa a Spuntik. Aguirre —que vive ahora en San Sebastián y forma parte de Paisaje Transversal, un estudio de arquitectura y urbanismo participativo— considera que en algunos aspectos estamos como entonces o peor, pero que en otros se ha avanzado: "Muchas protestas desembocaron por aquella organización".

"Comparar la política institucional con la ciudadanía es un error de base muy fuerte. Lo importante es entender, como era una de las reclamaciones del 15-M, que la ciudadanía es capaz de marcar historia. Lo otro es política", reflexiona, crítico con Podemos y con esa costumbre de asociarlo al 15-M.

"Participaron miles de personas y partidos políticos. No se puede equiparar, por justicia con los que participaron. Es un reduccionismo y está muy alejado de la realidad", indica Aguirre, al que le interesa "la política de lo ciudadano": "es la base y tiene que seguir vigente, reivindicándose como una herramienta de transformación social".
Salida del metro de la Puerta del Sol durante las protestas del 15-M en 2011
Herramienta que ya ha servido para ciertos avances, como la recién firmada Ley rider o la moratoria de desahucios durante la epidemia, y que tendrán que engrasarse en un futuro con nuevos desafíos laborales o climáticos. Habrá quien lo tenga olvidado o quien, como la escritora Elisabeth Duval, mantenga a flote a pesar de su corta edad: "Yo lo recuerdo perfectamente, porque soy consciente de que nadie se acuerda, y de que todos seremos capaces de inventarnos nuestra propia historia".
"Las épocas más bellas son aquellas en las que el mundo da vueltas para estarse quieto. Gracias a entonces tenemos un presente que hoy no nos basta", reflexiona Duval desde una columna de El País, contradiciendo a Verdú y al escepticismo que manifestaba en el libro La hoguera del capital, de 2012: "La gran diferencia respecto al Movimiento de Mayo del 68, con el que se ha comparado l 15-M, es que allí no faltaban ideas ni pensamientos. Ni alternativas ni lindas teorías. Si bien la emoción es apta para destruir, resulta especialmente inepta para construir nada".
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