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"Nos hacen sufrir más": familias de desaparecidos en Morelos piden más métodos de identificación

A cinco años de las exhumaciones masivas en panteones clandestinos que la propia Fiscalía estatal creó en pequeños pueblos de Morelos, menos del diez por ciento de las víctimas han podido ser identificadas. Familiares exigen diversificar los métodos para hacerlo.
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Edith Hernández Torres es hermana de Israel Hernández Torres, una de las personas que fue identificada tras la exhumación de unas fosas comunes que la Fiscalía de Morelos hizo de manera clandestina en un pequeño pueblo rural cercano a Cuautla: Tetelcingo.
Tetelcingo se hizo mundialmente famoso a mediados del año 2016, cuando gracias a la confluencia de los distintos colectivos de familiares, la Universidad estatal de Morelos y personajes políticos como Javier Sicilia, se hizo eco de la denuncia de una familia, que señaló la existencia de decenas de cuerpos enterrados clandestinamente por la Fiscalía en un pequeño pueblo.
Antes de ser identificado como uno de esos cuerpos que había sido inhumado irregularmente, Israel Hernández Torres pasó cuatro años desaparecido, siendo buscado por su familia, luego de ser secuestrado en Morelos en el año 2012.
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La sexta Brigada Nacional de Búsqueda que reunió en Morelos a familiares de toda la República mexicana, acompañó a la familia de Edith y a otras de la entidad, en una procesión organizada por la parroquia de San Nicolás de Bari, que recorrió el Pueblo hacia el panteón municipal de Tetelcingo. Allí Edith y su familia regresaron, tras cinco años de haberse exhumado la fosa común.

"Nosotros sufrimos un día, un año, pero por el Estado nos hacen sufrir más. Esto está en sus manos", señaló Hernández en diálogo con Sputnik.

Tras la apertura de las fosas de Tetelcingo, las familias organizadas descubrieron que había un segundo panteón clandestino que la Fiscalía de Morelos había armado en Jojutla, otro municipio del estado.
El proceso de apertura de estas fosas en 2017, del que Edith Hernández fue una participante activa, fue registrado en el documental de estreno reciente llamado Volverte a ver, realizado por Carolina Corral.
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En junio de 2021, también como resultado de la presión de las familias de personas desaparecidas, la Fiscalía de Morelos comenzó la exhumación de todos los cadáveres no identificados que tiene bajo su resguardo.
"Sacaron todos los cuerpos de los servicios forenses (SEMEFOS) ya que tienen hacinamiento. Las familias estuvimos exigiendo públicamente que se hiciera ese proceso, y aunque no es perfecto, participamos como observadoras", explicó Edith Hernández, integrante del colectivo Regresando a casa Morelos.

Identificaciones tardías

Tras la intervención de las Naciones Unidas respaldando la participación de las familias en el proceso de exhumación masiva (el segundo en el país, después de Coahuila), Edith y otras compañeras entraron a repetir el trabajo de documentación que habían hecho en Jojutla, en 2017.

"Fuimos apuntando lo que podíamos, tanto las violaciones a derecho que iban cometiendo ellos, como recolectando información de los cuerpos que podía servir para su identificación, como los tatuajes", explicó Hernández Torres.

Para Hernández, es imprescindible que la Fiscalía apele a otros métodos de identificación de los cuerpos no identificados que llegan a los servicios forenses del estado más allá de las pericias genéticas.
Edith Hernández Torres, posa para foto en el panteón de Tetelcingo, Morelos, México
Así como que los métodos de identificación variados deben practicarse desde el primer momento en que un cuerpo llega al SEMEFO, y no apostar a que el proceso natural de descomposición del cuerpo del fallecido borre las marcas iniciales que pueden identificarlo.
"Desde el levantamiento del cadáver debe haber fotos, un archivo básico del lugar del hallazgo, todos los peritajes de ley, la necropsia y todo método que permita su identificación. En las exhumaciones de este año, había un cuerpo que desde el 2011 está enterrado sin que se le haya hecho nada. Esa persona no saben quién es y ahí se quedó", concluyó.
Además, señalan, el proceso genético de identificación es más tardado y costoso. De las 117 personas exhumadas en Tetelcingo, sólo 12 han sido identificadas y sus restos entregados a sus familiares. En Jojutla el ritmo es aún más lento.
Las denuncias de las familias organizadas también provocaron un cambio en la gestión forense de los cuerpos sin identificar. Ahora, son llevados a un panteón ministerial dónde se entierran en gavetas bajo tierra, y ya no revueltos sin datos, en una fosa común.
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