"Los que infringen las normas han de ser investigados y penalizados", admitió el mandatario conservador en conferencia de prensa desde la ciudad escocesa de Glasgow.
Johnson renunció a disculparse del error político que cometió la semana pasada al intentar proteger a un veterano diputado de su partido y la causa euroescéptica que promocionó ante el gobierno a dos empresas que le remuneraban por sus servicios de asesoría.
El primer ministro retornó a Glasgow para dar un último empuje a las negociaciones de la COP26, que se aproxima a su fin, pero la cuestión de la corrupción en las filas conservadoras dominó su comparecencia antes los medios.
"El Reino Unido no es un país corrupto, ni nuestras instituciones son corruptas", dijo con exasperación y consciente del ámbito internacional del encuentro climático.
El jefe del Gobierno conservador admitió que "tenemos casos" de parlamentarios que "tristemente han quebrado las normas" de conducta.
No quiso comentar sobre ninguno de sus colegas salpicados en este último escándalo de tráfico de influencias y conflicto de intereses.
Defendió, eso sí, su comportamiento en cuanto al registro oficial de intereses, ingresos o donaciones externos, que ha dado pie a amonestaciones de las autoridades parlamentarias en el pasado y a crecientes dudas en el presente.
“Mis declaraciones están conformes con las normas”, respondió en un evento dominado por el interés mediático en la crisis tory.
Johnson se declaró a favor del sistema actual que permite a los parlamentarios británicos tener uno o más trabajos remunerados al margen de su cargo electo, que va acompañado de un sueldo de 82.000 libras anuales (unos 96.000 euros), más dietas y gastos.