El nuevo programa de gobierno, que la mandataria y líder del Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) presentó en el Parlamento de Edimburgo este 1 de septiembre, incluye no obstante un proyecto de ley sobre el plebiscito.
"El Gobierno escocés ha interrumpido el trabajo sobre la independencia debido a la pandemia y no será posible organizar y celebrar un referéndum independentista fuera del alcance de una impugnación legal antes del final del actual ciclo parlamentario", señala la propuesta del gobierno autonómico.
Sturgeon renuncia por tanto a convocar el llamado IndyRef2 pese al auge de la independencia en los sondeos de opinión en los últimos seis meses.
Pero deja abierta la oportunidad para que los residentes en Escocia decidan el futuro constitucional del territorio en una consulta a celebrarse en la próxima legislatura.
"El Gobierno escocés publicará un borrador de ley del referéndum independentista detallando la cuestión que se planteará y el calendario…", agrega el plan oficial.
La fecha concreta de la polémica y trascendental cita con las urnas queda de nuevo en el aire y a merced ahora, en parte, de la evolución del coronavirus.
El SNP despunta sobre el resto de los partidos representados en el parlamento de Holyrood y puede obtener la mayoría absoluta en las autonómicas del próximo mayo, según los sondeos.
"Si una mayoría del Parlamento escocés apoya el proyecto de ley, no habrá ya ninguna justificación moral ni democrática para que el Gobierno del Reino Unido ignore los derechos del pueblo de Escocia a escoger nuestro propio futuro", declaró Sturgeon.
La ministra principal ha descartado celebrar un plebiscito fuera del marco legal y constitucional, de forma que su integridad no pueda ser cuestionada en el ámbito internacional.
Las encuestas muestran por primera vez una tendencia constante a favor de la independencia de Escocia, propiciada probablemente por el Brexit y la percibida buena gestión de Sturgeon de la pandemia.
Así, el 54% de los escoceses quiere separarse del resto de las naciones británicas, frente al 46% que aboga por preservar la unión.
Estos porcentajes invierten casi exactamente el resultado del 55-45 que dio la victoria al unionismo en el referéndum de 2014.