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"No somos enfermos sino víctimas de un delito": el aceite que envenenó España hace 40 años

© Foto : Pixabay/neufal54 Producción de aceite de oliva (referencial)
Producción de aceite de oliva (referencial) - Sputnik Mundo, 1920, 21.05.2021
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En 1981, la comercialización de un producto adulterado de colza provocó la intoxicación y la muerte de miles de personas. Ahora, las afectadas con vida siguen luchando por no caer en el olvido, por conseguir reconocimiento y para que no se repita nada parecido.
Abel Fernández entró en el Hospital Provincial de León con 84 kilos y salió con 54. Además, menguó siete centímetros y el pie se le encogió. "Si hubiera tenido botones para abrocharme en la espalda, lo podría haber hecho. ¡Me sobraban pantalones y zapatillas por todos los lados!", exclama recordándolo. Ese cambio físico ocurrió en mayo de 1981. "A principios de mes ya estaba malo, porque el día 8 son las fiestas de mi pueblo, San Miguel del Camino, y no pude ir", detalla. A ese malestar inicial se le sumó aquel ingreso en el que perdió altura y peso, aparte de salud: "Cada noche pensaban que no salía. Pero me libré y estuve meses con rehabilitación y un montón de pastillas, hasta ahora", cuenta Fernández a Sputnik.
El "ahora" corresponde a esta semana. 40 años después de que una intoxicación le cambiara la vida. "Tengo suerte, porque salgo a caminar dos horas temprano y más o menos me mantengo, aunque tengo calambres, problemas musculares y de articulaciones. Me dicen que tengo la enfermedad del tenista, ¡y no he tocado una raqueta en mi vida!", añade Fernández como víctima de uno de los escándalos alimentarios más grandes de España. En mayo de 1981, aquel mes en que se celebraban las fiestas de su pueblo, miles de personas se intoxicaron con un aceite de colza adulterado: las cifras no son precisas, pero se calcula que hubo unas 25.000 envenenadas y 3.000 muertes.
Muchas murieron en poco tiempo. Otras, como Fernández, aún tienen secuelas. El líder del grupo de afectados por este envenenamiento en León, al norte del país, al menos puede moverse y llevar una vida aceptable que, asegura, "va a peor". "A mí me pilló con 20 años, haciendo el servicio militar. Estuve meses con rehabilitación, junto a un grupo que parecíamos salidos de un campo de concentración, moviendo una rueda, metiendo las manos en parafina… Para mis padres fue un trauma", rememora. Por suerte, suspira, salió, encontró "una chavalita" que ahora es su mujer y con la que tiene un hijo de 35 años y una hija de 37.
"Tengo insuficiencia respiratoria crónica, problemas cardiovasculares como taquicardias, hipertensión o diabetes… Si empiezo la lista, no paro", enumera, "pero lo más grave es el olvido, el abandono".
Fernández lamenta que no se hiciera justicia. Y que siga sin hacerse. "La mayor parte de la gente conoce el escándalo del aceite de colza, lo ha oído, pero no sabe que no hay reconocimiento ni casi ningún tipo de compensación", indica quien llegó a fletar autobuses hasta Madrid para protestar en el Ministerio de Sanidad o en la Audiencia Nacional.
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Porque el síndrome o la enfermedad de aceite tóxico de colza, como se denominó en España, todavía exhibe lagunas. Desde aquel difuso origen hasta el presente y el futuro de los afectados. Para empezar hay que retroceder a una España de los años ochenta desperezándose de una dictadura, con un Ejército a punto de dar un golpe de Estado, con una incorporación inminente a la OTAN y fuera de la Comunidad Económica Europea. Así llegó un cargamento ilegal de aceite de colza, prohibido en la península (pero no en las islas Canarias) y sin la capacidad de destronar al de oliva, producto nacional estrella.
Se importó una partida con uso industrial de Francia de unos 750.000 litros. Iba, por ley, con un colorante que impedía su comercialización como producto alimentario. Pero se desnaturalizó o destiló manualmente con el fin de venderlo. Aumentando la temperatura para eliminar tóxicos y mezclándolo con otros tipos de aceite como el de girasol se trató de eliminar el peligro de envenenamiento. Sustancias como la anilina, el azobenceno o el glucosinolato permanecieron en el líquido y provocaron lo que al principio se confundió con la legionelosis o una neumonía atípica: en varias poblaciones del mapa se dieron casos de familias enteras con altas temperaturas, fatiga o dolor de cabeza.
En Madrid, a 10 de mayo ya habían ingresado tres niños con los mismos síntomas y una causa común: haber ingerido ese fluido. El 10 de junio de 1981 el número es de 3.430 personas hospitalizadas en toda España. La Dirección General de Salud Pública ya informa de que la investigación epidemiológica vincula la enfermedad con la venta ambulante domiciliaria de aceite a granel, sin marca ni ningún tipo de control sanitario.
"Parece proceder de una mezcla de aceites comestibles con otras sustancias prohibidas por la legislación vigente", convienen desde la administración, apuntando a una trama criminal que usaba la refinería Raelca de Alcorcón (al sur de Madrid) para vender en mercadillos o casa por casa el producto.
Los afectados empiezan a aumentar y dan pie a los primeros juicios. Muchos provienen de localidades o barrios con poco poder adquisitivo, donde se vendió sin control este aceite, más barato. La impotencia y la indignación contra las autoridades sanitarias o los poderes judiciales crecen: en las asambleas o sesiones celebradas se ven imágenes de rabia y de desgaste, tanto físico como anímico.
© Foto : Cortesía de Abel FernándezAbel Fernández, afectado por el síndrome de aceite tóxico en León, al noroeste de España
Abel Fernández, afectado por el síndrome de aceite tóxico en León, al noroeste de España - Sputnik Mundo, 1920, 21.05.2021
Abel Fernández, afectado por el síndrome de aceite tóxico en León, al noroeste de España
Tras un proceso lento, en 1989 se condena a los empresarios por delitos contra la salud pública y no por homicidio. Se fijan unas indemnizaciones que parecen estancarse por la declaración de insolvencia de los culpables. Más tarde, el Tribunal Supremo concede indemnizaciones por defunción y enfermedad. En 1997, el Estado es declarado responsable civil subsidiario. Sin embargo, quedan puntos importantes que los afectados siguen reclamando. Piden, por ejemplo, un reconocimiento de discapacidad, pensiones para los allegados o ayudas económicas para los elementos que necesitan algunos, como prótesis o sillas de ruedas. Y abogan por un mayor control para que no vuelva a ocurrir nada parecido.
"Es que no nos destrozaron la infancia, nos destrozaron la vida", esgrime Miguel Ángel Sánchez, residente en Peñaranda de Bracamonte, un pueblo de la provincia de Salamanca. A sus 51 años, Sánchez precisa de atención 24 horas. Tiene suerte: su mujer y sus hijos (de 22 y 17 años) cuidan de él. Requiere apoyo para moverse, alimentación especial, visitas médicas… "Nosotros éramos ocho hijos y nos afectó a mí, que tenía 12 años, a una hermana y a mi madre, que murió", explica a Sputnik. "Yo pasé temporadas postrado en la cama, tuve un profesor en casa durante seis años y, con altibajos, fui tirando", relata.
© Foto : Cortesía de Miguel Ángel SánchezMiguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, al poco tiempo de envenenarse
Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, al poco tiempo de envenenarse - Sputnik Mundo
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Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, al poco tiempo de envenenarse
© Foto : Cortesía de Miguel Ángel SánchezMiguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, de recién nacido con su familia
Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, de recién nacido con su familia - Sputnik Mundo
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Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, de recién nacido con su familia
© Foto : Cortesía de Miguel Ángel SánchezMiguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, en la actualidad
Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, en la actualidad - Sputnik Mundo
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Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, en la actualidad
© Foto : Cortesía de Miguel Ángel SánchezMiguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, antes del envenenamiento
Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, antes del envenenamiento - Sputnik Mundo
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Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, antes del envenenamiento
© Foto : Cortesía de Miguel Ángel SánchezSecuelas del aceite tóxico en Miguel Ángel Sánchez, afectado de Salamanca
Secuelas del aceite tóxico en Miguel Ángel Sánchez, afectado de Salamanca - Sputnik Mundo
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Secuelas del aceite tóxico en Miguel Ángel Sánchez, afectado de Salamanca
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Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, al poco tiempo de envenenarse
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Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, de recién nacido con su familia
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Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, en la actualidad
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Miguel Ángel Sánchez, afectado por el síndrome de aceite tóxico de Salamanca, antes del envenenamiento
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Secuelas del aceite tóxico en Miguel Ángel Sánchez, afectado de Salamanca
No se le pasa la fatiga, ciertas neuropatías y dolores continuos. "Me levanto ya cansado. No puedo estar solo", aclara, insistiendo en que su situación no es algo casual ni por una cuestión personal. "No somos enfermos que piden limosna, somos víctimas de un delito de salud pública", protesta Sánchez. Lleva todo este tiempo reivindicando que se cubran sus medicamentos o aparatos imprescindibles, que se otorgue una asignación a su pareja, "como no he cotizado, no tienen nada", y que se recuerde este desastre: "Somos un colectivo muy envejecido. Llevamos 40 años peleando y muchos se cansan, pero no queremos el olvido".
Hace seis años, de hecho, se juntaron todas las asociaciones locales en la plataforma Seguimos Viviendo, con sede en Madrid. La presidenta, Carmen Cortés, lleva desde entonces movilizando a afectados e inquiriendo a políticos. Estos días, con el 40 aniversario, está dándole un mayor impulso. "Para nosotros es muy cansado, porque es como si tuviéramos 20 años más, pero nos queda energía para luchar", afirma a Sputnik entre reuniones y citas. Ella tiene 55 años y se envenenó cuando estudiaba. "Me dijeron que era neumonía atípica, pero me dejaron ingresada en una habitación", comenta.
Vivió lo que se ha vivido a nivel mundial estos meses: como aún no sabían si se contagiaba por el agua o por el aire, la aislaron. "Y eran otros tiempos, sin internet ni muchos pasatiempos. Lo único que hacía era ver el Tribunal Constitucional desde la ventana", cuenta Cortés, acordándose del panorama desde la ventana de su habitación en el clínico San Carlos de Madrid. Posteriormente consiguió recuperarse y trabajar como auxiliar de enfermería. Hasta hace unos meses, cuando una lesión impidió que siguiera. "Arrastro muchas secuelas. Cada día es un síntoma más"; señala, quejándose de que ningún político se ha interesado.
© Foto : Cortesía de Carmen CortésVarias integrantes de la plataforma Seguimos Viviendo
Varias integrantes de la plataforma Seguimos Viviendo - Sputnik Mundo, 1920, 21.05.2021
Varias integrantes de la plataforma Seguimos Viviendo
"Se pagó tarde y mal. Fue el juicio más largo de la historia, con 100.000 folios. Y no se indagó. Nadie ha sido capaz de protegernos", aduce. Reclaman una "reparación moral" con un "homenaje de respeto y dignidad", que se considere víctimas a los familiares, que se reactive la investigación, que se muestren los bienes embargados, que se haga divulgación y que se costeen los tratamientos, entre otras demandas. De momento, el aceite de colza, de consumo habitual en otros países, está socialmente proscrito.
Cortés, igual que Rodríguez o Sánchez, abre un apartado más al mencionar la pandemia de coronavirus: "Ha sido como revivirlo de nuevo. Con mucho miedo, mucha precaución y viendo cómo en ocasiones (aunque es muy distinto) pasaba lo mismo", indica. Por ejemplo: también hubo teorías conspirativas, también se les mandó cuarentena, también se van descubriendo consecuencias permanentes con el tiempo. "Y hay algo fundamental: hemos comprobado que no hemos aprendido nada", zanja.
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