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El asesinato del Che Guevara y su huella en la historia política de Bolivia

© AP Photo / Dado GaldieriUna marcha en Bolivia con la imagen de Ernesto 'Che' Guevara
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El suboficial Mario Terán fue el encargado de ejecutar a Ernesto Che Guevara en 1967. Más de 50 años pasaron desde su intervención y en días pasados falleció. Pero las repercusiones de su acto aún se sienten en la oposición política, la misma que impulsó el golpe de Estado de 2019.
Días atrás falleció por muerte natural a los 79 años Mario Terán Salazar, un sargento del montón elegido por la providencia para dar fin a la vida de Ernesto Che Guevara, el guerrillero argentino-cubano que concluyó en Bolivia su recorrido para llevar la revolución comunista a todos los rincones del mundo.
Cuando Terán Salazar jaló el gatillo de su metralleta frente al Che Guevara, aquel 9 de noviembre de 1967, cometió un acto que tendría diversas consecuencias y ramificaciones. Varios de sus superiores fueron asesinados en represalia por haber participado de la operación en la cual atraparon al líder comunista. Los sueños de una generación empezaron a decaer. Y la historia boliviana cambió para siempre.
"La memoria del Che es uno de los míticos parteaguas de la sociedad boliviana", dijo a Sputnik el sociólogo Lorgio Orellana, investigador del Instituto de Estudios Sociales y Económicos (IESE) de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS).
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Para los militares, policías y parte importante de la población boliviana, haber detenido la carrera revolucionaria del Che en este país es un motivo de orgullo. Las repercusiones de ese acto, que contó con el apoyo del Gobierno de Estados Unidos, marcó la vida política del Estado Plurinacional, hasta estos días.
Ocurrió hace una eternidad: el 9 de octubre de 2020, días antes de las elecciones que marcarían la recuperación de la democracia, el Gobierno de facto de Jeanine Áñez realizó un pomposo acto de desagravio a las Fuerzas Armadas, que durante los 14 años de presidencia de Evo Morales habrían sido forzadas a honrar a los "invasores" que causaron la muerte de 47 soldados.
La entonces presidenta —en detención preventiva desde hace un año— y su ministro de Defensa, Luis Fernando López (prófugo en Brasil), lanzaron una encendida diatriba contra el sistema comunista, sin tomar en cuenta que el muro de Berlín cayó hace más de 30 años. Gran parte de la dirigencia política boliviana, que vivió de cerca los acontecimientos de 1967, permanece encadenada a ese momento.

Gary Prado y sus vínculos con separatistas

Gary Prado Salmón era un capitán de 28 años cuando lideraba la operación de búsqueda de la diezmada cédula revolucionaria del Che Guevara por los valles cruceños, cerca del municipio de Vallegrande (centro). Ahora tiene 84 años y desde 1981 está en silla de ruedas, por un disparo que accidentalmente hizo un conscripto y le dio en la columna.
Luego del día más importante de su vida, el 8 de octubre de 1967, Prado tuvo un desempeño destacado en la vida político-militar de Bolivia, hasta convertirse en general. Militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que a pesar de su nombre tenía tendencias antagónicas; también se valió de su prestigio para enfrentar algunas de las tantas asonadas golpistas que vivió el país en la década del 70.
El general retirado volvió a estar en la tapa de los diarios en 2009, cuando se lo involucró con la banda separatista de Eduardo Rózsa Flores, desbaratada por la Policía Nacional en el hotel Las Américas, en abril de ese año.
La Fiscalía constató que hubo intercambio de correos electrónicos entre Prado y Rózsa. Por eso estuvo entre los 39 políticos y empresarios de Santa Cruz de la Sierra que fueron detenidos relacionados con este caso.
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En los planes de Rózsa —y el grupo de cívicos cruceños que lo trajo desde Hungría, donde vivía— se pretendía dividir a Bolivia en dos. Así quedaría un país conformado por los departamentos andinos, liderados por Morales y el Movimiento Al Socialismo (MAS).
La otra nación estaría conformada por los departamentos de Tarija, Beni y Pando, bajo el liderazgo de la pujante Santa Cruz. En estos grupos primaba la misma retórica anticomunista, que dirigían contra el entonces presidente.
El general Prado accedió a prisión domiciliaria por su edad —tenía ya más de 70 años, además de sus problemas de locomoción—. Pasó 11 años encerrado en su casa.
En febrero de 2020, bajo el Gobierno de facto de Áñez, los 39 procesados por haber apoyado a la banda de Rózsa fueron liberados, porque el Ministerio de Gobierno y la Fiscalía retiraron las denuncias.

1967-2019

Entre el asesinato del Che, en 1967, y el golpe de Estado contra Morales, en 2019, median más de 50 años. No obstante, para Orellana es inevitable ver ambos hechos como parte de un mismo proceso.
"El antagonismo de clases-etnias en Bolivia de octubre-noviembre de 2019, además de una lucha por el control del poder del Estado, fue una lucha donde se confrontaron creencias políticas opuestas", dijo el sociólogo a Sputnik.
Y agregó: "Un antecedente constituye la lucha y polémica sobre el mito de la muerte del Che, y los símbolos erigidos, tanto para honrar como para repudiar su memoria".
En este sentido, Orellana consideró que "el Gobierno de Evo Morales procuró legitimarse, con bastante éxito al principio, en base a las históricas luchas de los oprimidos y la memoria de los héroes revolucionarios".
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Recordó que durante su toma de posesión, en enero de 2006, Morales "pidió un minuto de silencio por la caída del Che, mencionándolo junto a otros líderes revolucionarios y socialistas masacrados durante las dictaduras militares".
Fue una jugada arriesgada la del entonces presidente: "El populismo de Morales supo echar mano del repertorio de los oprimidos, ganándose importante apoyo en sus filas, pero también importantes odios entre los opresores".

Subordinación y constancia

Los militares bolivianos tienen una costumbre: al finalizar cualquiera de sus encuentros, los soldados gritan: "Subordinación y constancia".
A partir de 2010, por instrucción del presidente Morales los militares inauguraron un nuevo grito: "Patria o Muerte, venceremos", atribuida a los movimientos guerrilleros como el del Che Guevara.
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El malestar entre las filas del Ejército por estar obligados a entonar el grito de guerra de sus enemigos se manifestó tras el golpe de Estado contra Morales. Luego de su derrocamiento, los militares volvieron a su tradicional "subordinación y constancia".
En noviembre de 2020 asumió el presidente Luis Arce. Pero nunca más se volvió a mencionar la posibilidad de que los uniformados entonen la consigna izquierdista.
Al contrario, "dentro de las filas del ejército y en los sectores más conservadores de la sociedad boliviana se conmemora el día de la muerte del Che, en homenaje a los soldados que cayeron 'defendiendo la patria del comunismo internacional'", comentó Orellana.

La sombra de Terán

Mario Terán dio pocas entrevistas a lo largo de su vida. Por recomendación de sus superiores, cada tanto no admitía haber sido quien liquidó al Che Guevara en la escuela de La Higuera. Habló en 1967 con Michelle Ray, de Paris Match, quien además le tomó una foto.
Luego concedió entrevistas a Jon Lee Anderson, al brasileño Douglas Duarte y la última, en 2014, al español Ildefonso Olmedo y al boliviano Juan José Toro.
Terán se desempeñó como suboficial del Ejército entre 1961 y 1991. Solamente se acordaron de él brevemente en 2007, cuando el periódico cubano Granma difundió que un equipo de cirujanos de la isla operó de las cataratas a quien vio por última vez al Che con vida.
Pero su acto —el asesinato del Che Guevara— trascendió largamente los límites de esa escuela rural donde disparó. Y es percibido como un llamado a la acción por la dirigencia política que protagonizó el golpe contra Morales.
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"No vamos a permitir que un extranjero venga a subvertir el orden, cualquiera fuera su nacionalidad, cubanos, venezolanos, argentinos, o lo que fueren. Van a encontrar la muerte en nuestro territorio", dijo el exministro de Defensa López, días antes de abandonar el país con destino a Brasil, según informó la Policía boliviana.
López, exmilitar, sostuvo que durante los 14 años de presidencia de Morales —y de homenajes al Che Guevara— "intentaron socavarnos, intentaron simbólicamente que la moral de nuestros héroes de Ñancahuazú [donde se dio uno de los enfrentamientos con la Guerrilla] esté por los suelos, no dejándolos desfilar, desdeñando su heroísmo, su valor en la batalla y desconociendo la historia".
En esa ocasión, Áñez aseguró: "Hoy rindo homenaje a estos 47 héroes y envío, como presidenta, como mujer y como madre mi abrazo de todo corazón a las familias que perdieron a sus hijos en esa miserable invasión comunista".
Hoy la expresidenta de facto está presa, a la espera de que inicie el primero de los juicios por haber participado de la ruptura del orden constitucional en 2019.
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