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El programa humanitario cubano que devolvió la esperanza a las víctimas de Chernóbil

© Sputnik / Igor KostinConsecuencias del desastre nuclear de Chernóbil
Consecuencias del desastre nuclear de Chernóbil - Sputnik Mundo, 1920, 27.04.2023
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Cuando en 1990, la entonces Unión Soviética, dirigida por Mijaíl Gorbachov, pidió ayuda internacional para atender a los ciudadanos afectados tras el accidente en la central nuclear de Chernóbil, el 26 de abril de 1986, Cuba no solo envió médicos a las zonas afectadas, sino que también ideó un programa de ayuda humanitaria.
En contraste con el escaso y fragmentado apoyo de otras naciones y cuatro meses después de la caída del muro de Berlín y la unificación de Alemania, como antesala de la desintegración del campo socialista, la nación caribeña recibía, en la noche del 29 de marzo de 1990, al primer grupo de niñas y niños enfermos procedentes de la URSS.
"El paso inicial fue el arribo de médicos cubanos a Ucrania [por entonces parte de la URSS]. Luego, llegó ese vuelo con 139 personas, ubicados posteriormente en Tarará, al este de La Habana. Desde ese momento, el país le dio la mejor tecnología y atención y recibió durante poco más de 20 años a alrededor de 26.000 personas, 80% de ellos, menores de edad", aseguró a Sputnik el investigador Abel Aguilera.
El también máster en Historia y especialista del capitalino Centro Fidel Castro Ruz explicó que esa colaboración con las víctimas de Chernóbil permaneció hasta 2011, con el cierre del programa, pero desde enero de 1990 ya el líder de la Revolución vaticinaba la complejidad económica de los meses venideros y la agudización de los síntomas del resquebrajamiento de la Unión Soviética.
"La ayuda de los cubanos fue, más que todo, un acto de amor, fe y solidaridad. Dimos lo que teníamos y no cobramos nada, ni pedimos algo a cambio. En 1997, Fidel dijo que el pueblo de la isla hizo más por los ucranianos que el resto de los países. No existe una cifra total del monto de los tratamientos, algunos de ellos sumamente costosos", aseveró el estudioso.
Aguilera explicó que en los años posteriores Cuba mantuvo relaciones cordiales con Ucrania, "un país muy cercano, pues muchos cubanos estudiaron en ese territorio, con recuerdos muy agradables de aquella época".

"Por ello es lamentable que en los tiempos actuales Kiev viva bajo un régimen fascista, de rusofobia y adoración a símbolos del nazismo", denunció Aguilera.

En noviembre de 2022, por trigésima ocasión consecutiva, 185 países votaron en la Asamblea General de las Naciones Unidas contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por EEUU contra Cuba. Washington e Israel votaron en contra. Las únicas dos abstenciones fueron de Brasil y Ucrania.

Un programa presidido por la esperanza

Antolín Bárcena Luis, licenciado en Lengua y Literatura Rusas, profesor y traductor, llegó a Moscú por razones de trabajo el 1 de mayo de 1986, apenas días después de la explosión de uno de los cuatro reactores de la central nuclear de Chernóbil, en la ciudad de Prípiat, a unos 17 kilómetros de la frontera entre Ucrania y Bielorrusia.
Bárcena Luis refirió a Sputnik que, a menos de una semana de los hechos, la información sobre el accidente en Chernóbil era aún limitada y fragmentaria.
"Acostumbrado al constante ajetreo con que siempre me había recibido el aeropuerto internacional Sheremétievo II, en aquella ocasión me impactó el escaso público que encontré en el área de arribo y la aglomeración en la de salida. Durante aquellos dos meses en Moscú pude seguir de cerca las noticias en los medios de comunicación y las aportaciones de la vox populi", evocó.
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Lejos estaba entonces de conocerse la magnitud del desastre nuclear, explicó el experto. Si bien permanecía en la urbe capitalina —distante del epicentro del problema—, recordó algunas recomendaciones sanitarias de la época, como tomar un baño al regresar de las salidas al exterior y de lavar con abundante agua las frutas y vegetales.
"El tiempo se encargaría de poner las cosas en su lugar y develar la insospechada magnitud del infausto evento. Más ni por asomo podía imaginarme las implicaciones que Chernóbil llegaría a tener para Cuba y, en un orden más personal, para muchos rusistas en la mayor de las Antillas", afirmó Bárcena Luis.
A juicio del especialista, el Programa de Atención a los niños de Chernóbil resultó un hito singular en la historia de la solidaridad cubano-soviética.
"Cuando muy pocos en el primer mundo se limitaron tras la catástrofe a formular pocas propuestas, limitadísimas por su alcance, Fidel Castro lanzó un vasto programa de atención a las víctimas, en especial infanto-juveniles; un programa al que nunca se le puso nombre, pero siempre estuvo presidido por la esperanza", aseguró Bárcena Luis.
En aquel momento, Bárcena Luis asumía como profesor del departamento de Lengua y Literatura Rusas y era vicedecano de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana. Por ello intervino en las coordinaciones entre el Ministerio de Salud Pública, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), la Organización de Pioneros José Martí y otras instituciones para la implementación del programa de asistencia a las víctimas.
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Les tocó, entonces, el diseño e inserción en un mecanismo destinado a la presencia de personal rusoparlante donde fuese necesario y la comunicación interlingüística. Así, estudiantes y profesores de esa disciplina acudieron de manera permanente como traductores y acompañantes en Tarará, al este de La Habana, y como intérpretes en los hospitales pediátricos capitalinos Juan Manuel Márquez y William Soler.

Pacientes ucranianos en hospitales de Cuba

Bárcena Luis hizo guardias como intérprete en el área de aislamiento del centro hospitalario William Soler, donde continuaban el tratamiento los enfermos sometidos al procedimiento de trasplante de médula.
"Fue una experiencia irrepetible en todo sentido, con instantes felices y tristes, sobre todo, los momentos de intercambio con las madres de los pacientes", rememoró.
"En un entorno de aislamiento y otredad lingüística, a más de 10.000 km de sus hogares y familias, veían en nosotros la posibilidad no solo de comunicarse con los facultativos y personal de enfermería, sino también de compartir, en una aproximación muy humana, penas y alegrías en su idioma natal", puntualizó.
Roberto González Cancio, máster en Educación, profesor auxiliar y consultante de lengua rusa en la Facultad Preparatoria de Idiomas de la Universidad de La Habana, trabajaba en el Instituto Superior Pedagógico de Lenguas Extranjeras Pablo Lafargue cuando le pidieron su cooperación en los servicios de traducción e interpretación con los niños y familiares provenientes de Ucrania.
El académico de 76 años comentó a Sputnik que la llegada de los enfermos constituyó una expresión de la hermandad, y evocó su desempeño en el William Soler, en diferentes turnos, fundamentalmente en el horario de la madrugada, pues ante posibles casos de urgencia ellos debían mediar entre los médicos y pacientes.

"Recuerdo en particular a un niño que se llamaba Vladímir, de 10 u 11 años edad, con signos de leucemia. Con él conversaba durante varias horas, inclusive llegamos a jugar cartas, para transmitirle ánimos, sacarlo un poco de la realidad y pasar un rato lo más agradable posible. Muchos de aquellos niños regresaron a su país, total o parcialmente restablecidos", indicó.

González Cancio aludió a las numerosas muestras de agradecimiento proferidas por los familiares a los representantes del sistema sanitario de la mayor de las Antillas.
"Cuba extendió sus brazos, de manera desinteresada. Para nosotros fue conmovedor y, a la vez, nos sentimos útiles y satisfechos de poder transmitir sensaciones y dolencias a los especialistas", concluyó.

La gran familia de Tarará

La doctora pediatra Ana Delia Cruz Ruiz laboraba en 1990 en el Hospital William Soler cuando fue seleccionada para la prestación de servicios dentro del programa humanitario con los niños y niñas vinculados a la tragedia de Chernóbil, la realización de exámenes clínicos y la confección de las historias clínicas en Tarará.
"Mediante el apoyo de un traductor, pues algunos hablaban ruso y otros, ucraniano, programábamos las consultas con el resto de las especialidades: neurología, dermatología, oftalmología y ortopedia. Además, de actividades docentes, deportivas y culturales. Ellos compartían sus danzas y trajes típicos", detalló a Sputnik.
La profesional, incorporada al programa durante dos décadas, explicó que en Tarará jugaban ajedrez, acudían a las playas cercanas o participaban en excursiones, todas ellas en compañía de los pediatras y traductores. Sumado a ello, aplicaron tratamientos basados en la ozonoterapia con excelentes resultados, sobre todo, en los pacientes afectados por la alopecia.
"Fuimos una gran familia, el equipo multidisciplinario, los expertos en idioma ruso que nos acompañaban también durante las guardias y los pacientes. La atención era de primera y existían todas las condiciones necesarias", argumentó Cruz Ruiz.
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