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Soberanía o muerte: el ingreso en la OPEP+ como punto crucial para la autonomía energética de Brasil

© AP Photo / Andre PennerLuiz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil
Luiz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil - Sputnik Mundo, 1920, 07.12.2023
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La esperada inclusión de Brasil en la OPEP+ como país observador se ha convertido en una de las principales noticias comentadas en los últimos días. Al demostrar la intención de Brasil de consolidarse como actor global en el mercado del petróleo, el momento es también propicio para reflexionar sobre la soberanía energética del país.
Por un lado, la incorporación al grupo de los principales países exportadores de petróleo, la mayoría de los cuales se encuentran en Oriente Medio, reforzará la posición de Brasil en las negociaciones multilaterales en una gran variedad de ámbitos. Al fin y al cabo, desde mediados del siglo XX, la necesidad de alimentar las pujantes economías de Europa y Asia ha hecho que las potencias occidentales pasen a depender del petróleo como principal fuente de energía, tanto en el ámbito militar como en el industrial y civil.
A lo largo de los años, con el progreso de la industria energética y la mayor complejidad de los mercados y de la propia economía mundial, los Estados que disponen de recursos naturales como el petróleo y el gas han ido adquiriendo cada vez más importancia en el juego de poder de las grandes potencias. Como consecuencia, cuestiones como la "seguridad energética" o la "soberanía energética" han adquirido un verdadero significado estratégico para muchos gobiernos, simbolizando su capacidad para producir y procesar toda la energía que se consume en el país, sin tener que depender de terceros.
Entretanto, el petróleo se ha consolidado como la fuente de energía más codiciada del mundo, siendo su principal característica su versatilidad, ya que puede utilizarse de diferentes formas a través de sus derivados, que se obtienen principalmente mediante el refinado. Por lo tanto, se puede considerar que cualquier país que tuviera abundancia de petróleo en su territorio ya adquiría una importancia automática para la economía mundial. Esta situación también se aplica a Brasil. Además de ser el principal productor de petróleo de América Latina, el país es reconocido internacionalmente como uno de los principales actores de la escena energética del Sur Global.
En este contexto, no es de extrañar que se preste tanta atención a la Organización de Países Exportadores de Petróleo, creada en 1960 en Irak, cuyo objetivo es establecer políticas comunes para la producción y venta de la materia prima en los mercados internacionales. Compuesta principalmente por países de Oriente Medio, pero también por actores extrarregionales como Venezuela, la OPEP ha ido ampliando gradualmente su red de cooperación con otros países importantes en el sector energético, como Rusia, Noruega, Egipto, México y ahora Brasil.
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Es bien sabido que muchos de los países de la OPEP, especialmente los más ricos en recursos naturales, han sufrido diversas intervenciones de las potencias occidentales a lo largo del siglo XX e incluso en el XXI. Esto ha provocado, por ejemplo, que Oriente Medio sea hoy una de las zonas más problemáticas y conflictivas del planeta, situación que ha quedado demostrada una vez más con el actual conflicto de Gaza. Cabe recordar que la región está en el punto de mira, tanto de estadounidenses como de europeos, por la existencia de reservas de gas natural en el Mediterráneo oriental —apodado Leviatán— contenidas precisamente en la costa de la Franja de Gaza e Israel.
Sea como fuere, al concentrar la inmensa mayoría de la producción mundial de petróleo y más del 70% de las reservas mundiales, los países de la OPEP seguirán influyendo en la dinámica del poder mundial durante las próximas décadas. No en vano, la invitación a Arabia Saudita, Irán y los Emiratos Árabes Unidos a formar parte del grupo BRICS a partir del próximo año aumentará aún más la importancia del grupo frente al G7, dado que con la entrada de estos nuevos miembros, los BRICS consolidan su papel geopolítico y geoeconómico mundial.
Aparte de estas cuestiones, existe también la preocupación actual de los países BRICS por fomentar la inversión en fuentes de energía renovables para el crecimiento sostenible de las economías de sus miembros. Esta situación tiende, a largo plazo, a frenar el uso del petróleo como recurso energético en las próximas décadas. No es casualidad que la entrada de Brasil en la OPEP, según el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, tenga como objetivo precisamente influir en el proceso de transición energética actualmente en curso en el mundo, con el fin de reducir el consumo de combustibles fósiles.
En cualquier caso, en lo que respecta a la situación actual, está bastante claro que la inclusión de Brasil como miembro observador de la OPEP aporta beneficios desde el punto de vista político, pero también conlleva la necesidad de reflexionar sobre algunos problemas internos relativos a la soberanía energética del país. Como nota positiva, Brasil es autosuficiente en términos de producción y consumo diario de petróleo desde 2016. Sin embargo, el país no es autosuficiente en términos de refinado, dependiendo principalmente de Estados Unidos para sus importaciones de petróleo refinado. Solo el vecino del norte representa más de la mitad de todas las importaciones brasileñas del producto, por ejemplo.
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Si hablamos de gas natural, entre 2016 y 2020, según datos del Análisis Estadístico de la Energía Mundial de BP (Statistical Review of World Energy), el país tuvo un consumo medio anual de 35.600 millones de metros cúbicos, con una producción de 25.000 millones de metros cúbicos en el mismo periodo, lo que le hace depender de las importaciones de la vecina Bolivia y, de nuevo, de EEUU.
Brasil debería aprovechar este momento para pensar en estrategias que le permitan mantener el control no solo de la producción de petróleo, sino también de su refinado, dado que la dependencia tecnológica de los estadounidenses podría tener consecuencias negativas para el futuro. Washington está acostumbrado a utilizar cualquier tipo de ventaja sobre sus socios para chantajear a los gobiernos que optan por una política exterior independiente, por lo que es esencial que Brasil trate de reducir este tipo de riesgo, especialmente en la cuestión energética.
En resumen, la entrada de Brasil en la OPEP+ como miembro observador abre oportunidades para que el país ejerza una mayor influencia en los mercados mundiales, pero también plantea la necesidad de repensar las estrategias para alcanzar la soberanía energética. Después de todo, en un mundo en el que Estados Unidos y sus aliados han aprendido a bloquear el desarrollo de naciones y regiones enteras, la búsqueda de la soberanía, especialmente en lo que respecta a los recursos naturales que Brasil posee, debe estar siempre en el orden del día.
Las opiniones expresadas en este artículo pueden no coincidir con las del equipo editorial.
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