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Silvia Romano, y la polémica entre su liberación y conversión al islam | Fotos, vídeo

ROMA (Sputnik) — La liberación de la cooperante Silvia Romano después de un año y medio secuestrada en Somalia, y su regreso a Italia vestida de musulmana, causó una fuerte polémica en las redes sociales y en el ámbito político.
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El primer ministro, Giuseppe Conte, anunció el 9 de mayo en su cuenta de Twitter lka libertad de Romano: "¡Silvia Romano fue liberada! Agradezco a las mujeres y los hombres de los servicios de inteligencia exterior. ¡Silvia, te esperamos en Italia!".

​Sin embargo, cuando el día siguiente la muchacha aterrizó a Roma, vestida con una ancha capa verde y con la cabeza cubierta, símbolos de su conversión al islam, las redes sociales italianas se llenaron con insultos y mensajes de odio.

Un año y medio de cautiverio

La historia del cautiverio de Romano, cooperante de la ONG Africa Milele Onlus, se inició el 20 de noviembre de 2018, cuando ocho hombres armados, cercanos a los yihadistas somalíes de la organización Al Shabab, la secuestraron en la aldea keniata Chakama.

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Más tarde la trasladaron a Somalia, donde la cambiaron de escondite varias veces. En los primeros meses tuvo graves problemas de salud, pero, al parecer, la curaron los mismos secuestradores. Por un buen motivo: la muchacha era una preciosa mercancía cuyo rescate podía calcularse en millones de euros.

A principios del otoño pasado los yihadistas se pusieron en contacto con la Agencia de Información y Seguridad Exterior (AISE) italiana, enviándoles un vídeo para demostrar que la joven se encontraba en buen estado. Con la ayuda de los servicios especiales turcos, que tienen una ramificada red de contactos en Somalia, los italianos empezaron a negociar los términos de la liberación de Romano y meses después llegaron a un acuerdo.

​La suma del rescate no fue revelada, pero, según medios italianos, fueron millones de euros. A la pregunta del diario La Repubblica sobre el futuro uso de este dinero el portavoz de Al Shabab, Ali Dehere, respondió: "En parte servirá para adquirir armas que necesitamos cada vez más para conducir la yihad. El resto se destinará a pagar las escuelas, a comprar comida y medicinas que distribuimos al pueblo, a formar a los policías que mantienen el orden y hacen respetar las leyes del Corán".

Liberacion coloreada de verde

En el aeropuerto Ciampino, de Roma, Silvia apareció vestida de verde.

"Me convertí al islam, lo hice por mi propia voluntad, no hubo ninguna constricción de parte de mis secuestradores", aseguró la joven, añadiendo que los yihadistas nunca la habían tratado con violencia, ni la habían obligado a casarse. A mitad de su cautiverio pidió que se le permitiese leer el Corán y se convirtió al islam.

Los representantes de la comunidad islámica italiana, entrevistados por el diario La Repubblica, aseguran que la conversión no podía ser forzada. Según Amar Abdallah, imán de Nápoles, Silvia "es adulta y nadie puede forzar a un adulto a elegir algo (…) Además, el islam no acepta las conversiones forzadas". A su vez, el imán de Milán, Yahya Pallavicini, opina que "en una situación difícil como la que vivió el descubrimiento de una fe puede ser un apoyo".

Sin embargo, los jueces de instrucción que se ocupan del caso de Romano todavía no han establecido si la conversión fue realmente voluntaria o fue determinada por el cautiverio en el que la joven permaneció durante 18 meses. Algunos suponen que, incluso, si Silvia no sufrió ninguna presión, podría haberse convertido bajo el efecto del síndrome de Estocolmo, o sea una reacción psicológica en la que se crea una relación de complicidad entre la víctima y el secuestrador.

Oleada de islamofobia

La noticia de la liberación de la joven cooperante fue acogida en Italia con gran satisfacción. Sin embargo, cuando se supo que se transformó en Aisha, se desató una campaña de odio en el mundo real y virtual. En el barrio Casoretto de Milán, donde vive, apareció un folleto que decía: "Muchos de nosotros estamos hartos de pagar rescates, sobre todo en estos tiempos. ¿Salvar una vida para poner en riesgo muchas otras?"

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Cerca de la ventana del apartamento que está debajo del de Romano los vecinos encontraron trozos de cristal sospechosos. Nico Basso, un consejero del municipio de Asolo, en la región de Véneto, subió a su cuenta de Facebook una foto de Romano, con un texto debajo: "Ahorcadla". En las redes sociales, una muchacha homónima que no tiene nada que ver con la cooperante liberada, recibió, incluso, insultos y amenazas.

El límte se alcanzó este 13 de mayo, cuando Alessandro Pagano, un diputado del partido de derecha Liga, tildó a Silvia de "neoterrorista". El líder de la Liga, Matteo Salvini, trató de defenderlo: "El problema no es Silvia Romano, mandada a la muerte segura, usada por los terroristas para obtener dinero y armas (…) miremos al enemigo verdadero, al peligro verdadero para nuestros hijos, para Italia, para el mundo, para la libertad: el islam fanático, integrista, violento, asesino".

​La intervención de Salvini no pudo salvar a Pagano de las ásperas críticas de parte de otros diputados, algunos de los cuales exigieron su dimisión.

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Mientras, y en relación al acoso que sufre Romano en Milán, el responsable de la Sección Antiterrorismo de la Fiscalía de la ciudad, Alberto Nobili, abrió una investigación sobre las amenazas agravadas, en tanto la policía local puso bajo vigilancia la casa de Romano.

En poco más de un año la AISE liberó a cuatro italianos secuestrados en diferentes países del mundo, pero sólo el caso de Silvia produjo tanta polémica. La cuestión que se discute parecería absurda: ¿aceptamos a nuestros compatriotas así como son o los rechazamos si no corresponden a la imagen estereotipada? ¿Nos cae bien un italiano católico, mientras a un italiano musulmán no lo queremos ni ver?

La única condición atenuante para que surjan preguntas similares es que el país está agotado por dos meses de cuarentena y demuestra reacciones exageradas, las cuales serían mucho más moderadas en tiempos normales.

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