Este satélite natural cuenta con más de 400 volcanes activos, los cuales lo convierten en el cuerpo celeste más geológicamente activo de todo el sistema solar. Son estos volcanes que arrojan los gases de azufre que, al congelarse en su superficie, le dan a esta luna sus llamativos colores.
Para distinguir entre los diferentes procesos, el equipo de astrónomos utilizó el conjunto de telescopios para registrar instantáneas del satélite natural al entrar y salir de la sombra de Júpiter, es decir, los eclipses de Ío. Las imágenes nos brindan una ventana al interior de la luna y a lo que sucede debajo de su colorida corteza, detalló el Observatorio Nacional de Radioastronomía de EEUU —NRAO, por sus siglas en inglés—.
Las instantáneas de alta resolución registradas por el ALMA permitieron a los astrónomos ver claramente las columnas de dióxido de azufre (SO2) y monóxido de azufre (SO) que se elevan desde los volcanes y concluir que corresponden de un 30% a un 50% de la atmósfera de Ío.
Aunque los científicos han logrado aclarar algunos de los misterios acerca de la atmósfera de Ío, su temperatura sigue siendo una gran incógnita. Los astrónomos esperan poder medirla, particularmente a bajas altitudes, en futuras investigaciones con el ALMA.