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Argentina y sus 20 años de tumultuosa deriva

© AP Photo / Diego GiudiceCorralito de 2001 en Argentina
Corralito de 2001 en Argentina - Sputnik Mundo, 1920, 16.12.2021
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BUENOS AIRES (Sputnik) — Decía Carlos Gardel, en su tango 'Volver' de 1935, que "veinte años no es nada". Este axioma formaría parte de la identidad argentina, a juzgar por los escasos logros de los que puede presumir la nación sudamericana en el vigésimo aniversario de la debacle económica, política e institucional que supuso la crisis de 2001.
El historiador Pablo Pozzi asume que el país concurre en una paradoja, que él plantea en términos gramscianos. "Hay una hegemonía sin consenso, pero dado que no hay otra alternativa, todo el mundo acepta lo que hay".
A su juicio, 2001 representó una crisis muy honda y un fracaso del proyecto de estabilización neoliberal que instaló el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo.
Quien instaurara el corralito, por el que se limitó a 250 dólares semanales la extracción de dinero en efectivo, hoy conspicuo consultor en varios medios de comunicación argentinos, aceleró el colapso que terminó en un alza vertiginosa de la pobreza y en la destrucción de las fuerzas productivas. Una crisis generalizada.
Cinco presidentes tuvo Argentina en apenas 11 días. La gran falta de legitimidad del sistema sociopolítico se representó en una vieja consigna: "Que se vayan todos".
"La resolución la encaró Eduardo Duhalde (2002-2003), que logró cierto nivel de apoyo de sectores políticos y empresariales para hacer una devaluación inicial: primero fue de 4 pesos 1 dólar y luego de 3 a 1, lo que permitió estabilizar un poco las cosas, sin bien no revirtió la tendencia ascendente de la pobreza", plantea Pozzi, especialista en historia social contemporánea y profesor consulto en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
El siguiente presidente, Néstor Kirchner (2003-2007), buscó apoyos en sectores más amplios para superar la crisis de legitimidad. Estos esfuerzos se vieron acompañados por un precio elevado de materias primas como la soja, lo que generó un flujo de ingreso de divisas al país. "Se había llegado a un piso de cualquier reactivación por mínima que fuera iba a implicar un crecimiento", refiere Pozzi.
El exministro de Economía de Argentina, Domingo Cavallo, durante una comparecencia ante la Justicia en 2014 - Sputnik Mundo, 1920, 03.12.2021
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Argentina gozó de ciertos años de prosperidad hasta que hubo un quiebre. En 2008, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) decidió aumentar las retenciones a los cultivos de soja, trigo, maíz y girasol con un esquema de captaciones móviles de acuerdo con su precio internacional, lo que generó huelgas y cortes de carreteras en el marco de un enfrentamiento que estuvo a punto de hacer claudicar a la exmandataria.
"Este es un problema histórico en los gobiernos argentinos: cada vez que hay un momento de bonanza grande, donde ingresan muchas divisas del exterior, los sectores dominantes y los políticos tienden en no invertirlo en actividad productiva: desde el pago de deuda externa a la fuga de capitales, pasando por elementales, como el aumento del empleo estatal o los subsidios", sostiene el experto.

Bonanza elusiva

En las últimas décadas se configuró un capitalismo argentino especulativo y financiero con muy poca productividad y una clase dominante burguesa que vive a costa de otros sectores, señala el historiador.
Fue así que, por primera vez en la historia del país, un candidato abiertamente de derecha ganó las elecciones presidenciales. Era 2015. "La promesa de Mauricio Macri (2015-2019) era ordenar todo esto. No lo hizo, en gran medida porque es parte del desastre. Cuando llegaba el momento de votar leyes, antes de 2015, había un apoyo bipartidario: unos se apoyaban en otros", remarca Pozzi.
Entre 2016 y 2017 hubo una pequeña primavera, con una recomposición del salario real, pero la recesión se hizo presente a partir de 2018. El Fondo Monetario Internacional (FMI) agravó la situación al conceder al Gobierno de Macri el mayor préstamo otorgado en toda su historia, por valor de 44.000 millones de dólares.
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Para finales de 2019 y 2020, pandemia mediante, quedó en evidencia es que el país no tenía una dirección económica ni política de envergadura. Pozzi señala que la justicia es partidaria según quién gobierne, que el Congreso se dedica a aprobar leyes inaplicables, que la inflación, de más del 50% interanual, no tiene techo, que el sistema tributario, tan regresivo, recae principalmente sobre los pequeños contribuyentes.
"Gobernantes y asesores no ven otra cosa porque todos están formados de la misma manera", evalúa el historiador. "En todas estas crisis, hay siempre una porción de gente que hace fortunas. Perdimos de vista que el gran empresariado argentino no perdió un peso, a diferencia del pequeño y el mediano, que desaparecen como si nada".
La empresa española de telecomunicaciones Telefónica, por ejemplo, tiene ganancias en el país que oscilan entre el 15 y el 35% sobre su capital invertido, cuando en su país de origen saca un beneficio de entre el 3 y el 5%, señala Pozzi.
Y la petroquímica española "Repsol hizo más plata vendiendo la empresa al Estado argentino que la que hizo explotándola", añade.

Cólera contenida

Pero el problema no reside solo en qué cantidad de gente se beneficia, sino en que "los criterios y valores neoliberales se han convertido en el sentido común en esta sociedad", sentencia el historiador. Ni siquiera en la universidad hay un debate de por dónde encarar la educación. La máxima aspiración de los sectores progresistas es plantear carreras con salida laboral, reprocha. "No se trata de invertir más en educación, sino de gastar bien las partidas", afirma.
Imprudente sería pensar que la capacidad de rebelión y bronca que se vio en 2001 se disolvió durante estos años. Por el contrario, sigue latente. "Debería ser preocupante para nuestros gobernantes, pero su horizonte de futuro son las próximas elecciones", desliza Pozzi.
El país, que en la actualidad afronta una pobreza del 40%, es susceptible de tener explosiones sociales en cualquier momento. "Hay mucha bronca en la calle, y mucha exasperación que se muestra a nivel local. Matan a un chico y sale todo el pueblo a protestar, a quemar la comisaría", señala.
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Las alianzas más de izquierda, que suelen tener los planteamientos más disímiles, no proponen más el control obrero de la producción, sino reducir la jornada laboral a seis horas.
"Hoy en día el único proyecto que existe es el de los neoliberales y es el que llevan adelante", concluye Pozzi. "Creo que surgirá otra cosa, pero es un largo proceso histórico, difícil, y mientas tanto, siempre está la posibilidad de que surja el fascismo".
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